viernes, 18 de noviembre de 2011

La lectura del Pájaro

La lectura del pájaro canoro, título que obedece a lo que el Ortodoxo Español Juan Valera (1824-1905) le reprochó a los latinoamericanos que renovaban no solo la literatura de habla hispana, sino consecuentemente le abrían la puerta a España y a estos rezagados países a la modernidad y que se conocían como “modernistas”.  El señor Valera tildó a los “Modernistas de “Pájaros Canoros” tratando de caricaturizar con el canto de esas aves del trópico al movimiento que le daba un golpe una vez más a la tendencia ortodoxa y dogmática de nuestros países (incluyendo España). Parece que el señor Valera veía insignificantes a los arrendajos, los turpiales y las golondrinas, parece que reflejaba en sus cantos la hiel de su sustancia dogmática clerical, pero Valera no era España y el genial Rubén Darío (1867-1916) estaba nada más ni nada menos que uniendo culturalmente a España y Latinoamérica. Pero me desvié del tema de este articulo que es el de la lectura. La tesis ya la había delineado en un texto sobre la lectura del 2008  que publiqué una vez más en mi pagina de “scribd” bajo el titulo :”El Bolero de la vida”. Nuestros países latinoamericanos siguen su movimiento cíclico en la rueda de la ortodoxia y el dogmatismo 
¿La lectura? 

Existen básicamente dos categorías en la lectura: la del lector profesional y la del lector investigativo: queda entre bambalinas el lector común, el que lee de vez en cuando y compra libros influenciado por la publicidad, un tema de moda o  gustos personales. Indiscutiblemente  aquí me refiero a la lectura de textos, no esa otra lectura que proclama la anacrónica moda de la semiótica.  Podría asegurar que el gran lector que fue el Argentino Jorge Luis Borges (1899-1986) pertenece a la categoría del lector profesional y el también Argentino José Luis Romero (1909-1977), uno de los hombres más inteligentes de nuestro continente en lo corrido del siglo XX es un lector investigativo. Aquí como en Borges reniego de las especialidades y derivo ambas lecturas de una formación académica. En este ámbito el autodidactismo es más bien la regla debido a la carencia de una universidad de corte investigativo que es la que mantiene en un perenne atraso a la sociedad desde todos los puntos de vista. Masivamente no existen lectores profesionales y lectores que demuestren una seriedad investigativa como resultado de una “alma mater” tampoco. No necesariamente la masificación de escritores quiere decir que haya una masificación de lectores profesionales; al contrario, tal aparición de escritores, significa mejor un atraso. De los lectores comunes, la mayoría no son fruto o resultado de una “puja” académica”, como diría Borges, la lectura obligatoria de las academias crea es una “contra lectura”. La industria editorial vende es con relación al mercadeo. No existe una complementariedad de lectura y academia. Analizar las causas de estos fenómenos es no menos interesante. El lector más escaso que existe, es el que mencionó Rafael Gutiérrez  Girardot (1928-2005) con respecto a la lectura de Hegel : “ponerse en el ámbito de su fuerza” y esto quiere decir saber tanto como él y estar cuestionando sus comprobaciones. José Luis Romero es un lector como el que menciona Gutiérrez Girardot. Un lector común  leería a Romero para entender: por ejemplo, yo estoy entendiendo a través de la lectura de su historia de la sociedad occidental el mundo actual; yo me estoy guiando por su autoridad. Borges recomendaba la lectura hedonista, y el lector de Borges que paradójicamente debería ser un polígrafo, es también un sinnúmero de lectores comunes. El lector común, pienso, es bueno cuando entra en los artificios del autor como este que menciona Borges para evitar una posible “ incredulidad del lector” y acaso el abandono del libro: “No importa que el autor conozca el asunto del que habla; importa que haga creer que lo conoce. Cuando el lector sospecha que el autor no conoce el tema, que el novelista no ha imaginado bien las cosas, la suspensión de la incredulidad concluye”. (1960). Este no es el caso de José Luis Romero. Pero para no llamarnos a engaño el lector investigativo debe producirlo una universidad como las que ya no existen en Latinoamérica y mayormente nunca han existido; jamás una universidad privada en este ámbito producirá un lector tal como José Luis Romero, pues Borges era autodidacta y Gutiérrez Girardot completó su educación en Alemania criticando severamente la academia de su país. Es tanta la crisis de esto, como ya lo he repetido varias veces, que los lectores se dan espontáneamente, cuando idealmente no debería ser así: la educación institucional es la que debe producir los lectores. Yo no me resigno a un mediocre destino de lector común, producto del autodidactismo (factor de retraso en una sociedad) que ha  dejado miles de poetas menores y nuevas leyes burocráticas de lectura. Al menos diría como Borges, ser lector es una tarea más civil que la del  escritor y complemento con esa célebre frase Borgiana “Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído”. Eso indica que aspiro al menos a ser un lector profesional porque producto de la monstruosidad anti cultural del sistema ya es imposible ponerme en el ámbito de la fuerza que exige el lector de Hegel y José Luis Romero entre otros. El desprecio por la lectura va de la mano con el estancamiento de la academia, con su persistente utilitarismo que deshace en mil pedazos el ocio hedonista por la lectura; si un individuo se gasta una hora sentado frente una vulgar telenovela que hace que no tenga media hora así sea semanalmente para leer un buen libro: este imposible lector ha heredado la impaciencia de las elites que han gobernado estos países.