sábado, 21 de enero de 2012

LITERATURA Y POLITICA


La compleja realidad de los países en el mundo actual ignora conscientemente por una especie de presentismo, que la literatura es un vehículo primordial en el entendimiento de los pueblos y de su propia realidad socio política. Viendo así las cosas, no se puede entender a una expresión –llamase culta- que despliegue cualquier ortodoxia o mandamiento: es el caso de las teorías literarias que se despliegan hoy las universidades difundiendo las recetascomo dogma de la narrativa e incluso de la poesía,  o sea que un escritor se ajusta a una receta que logró confeccionar según su experiencia y desde ahí produce su novela o su cuento, o lo que es peor aún: su poema, y esto lleva directamente a considerar la literatura una plataforma para escalar espontáneamente al éxito social y económico. Esta manera de escribir conduce directamente a acatar implícitamente el autoritarismo como una norma social y ni siquiera el ejemplo de Julio Cortázar servirá para disuadir a  los que pretenden escribir literatura de compromiso. Desafortunamente, las universidades están produciendo escritores con los oídos atentos al mercado, al bestseller y a la literatura como una profesión que produce obras de consumo masivo y de carácter sensacionalista. Pero si son profesores, salen con un concepto bibliográfico de la literatura que da como resultado que sus alumnos de bachillerato jamás en su vida vuelvan a leer un libro y por eso se crean los sistemas nacionales de lectura que sólo apoyaran a la gran industria editorial. Se ha olvidado completamente el Deslinde, esencial obra de Alfonso reyes (1889-1959) en  materia de teoría y ciencia literaria.  Por ejemplo, la obra narrativa de Rafael Humberto Moreno Duran (1945-2005)está por estudiarse: expresa una riquísima realidad que  despliega el modo de vida de una determinada clase social . No se trata de hacer una literatura de facciones.  La crisis de la literatura de lengua española ha padecido de ortodoxia y se ha refugiado en unos persistentes nacionalismos; se trata más bien de retomar el camino  que trazó Eduardo Mallea en la exploración de una realidad proscrita por la literatura de una tradición española clerical. También se suma a esta crisis, el anacronismo con que es practicada en los usos de los géneros literarios y su confusión con los acentos literarios. La literatura es de las artes, la más libre por excelencia y en eso es de reflexionar el texto de Pedro Henríquez Ureña (1884-1946) El descontento y la promesa.