miércoles, 13 de noviembre de 2013

El hombre que se resistía a tener una amistad asexuada

En mi experiencia como lector, no me he encontrado con un tema narrativo que trate actualmente de la amistad entre géneros; así que me aventuré con un texto titulado la Escoba en Minifaldas y publicado por la revista Culturamas* en el que un individuo se queja de su imposibilidad de mantener una amistad con una mujer sin que tenga deseos de -para decirlo en portugués- “fazer o amor” con su amiga.
En cambio la amiga no siente ninguna atracción por el individuo y en vano le hace ver o trata de despistarlo para que abandone tal intento, a sabiendas además que ella está comprometida. Al tipo le resbala-como dicen localmente-toda moralidad con tal de lograr su cometido y prefiere abandonar su trato ante las quejas de ella.
Reflexionando el tipo, trata de buscar el origen de su imposibilidad de tener desinteresadamente a una mujer y toca los linderos del incesto como el origen de ese hecho.
Por el lado de ella reflexiona que le falto tiempo para ceder ante las peticiones de este y se consuela con pensar que estuvo bien así ¿por qué tiene que ser tan rápido-pensaba- si apenas conozco a ese tipo.
Encontré entonces a Serena Barcos, una mujer de una novela breve de Eduardo Mallea que es abiertamente “misandria” o misándrica”. Revela inmediatamente su odio a los hombres pues casi todos están “deshabitados: son sexos… Una especie de muerte que vive por sus orgasmos”. Es un instinto de propiedad muy fuerte, como dice el narrador de Serana Barcos, que lo lleva a abandonar otro sentimiento que no sea el erótico y se vuelvan impacientes por reducirlas a sus instintos machistas.
Así fue como el pretendiente de Serena y el de mi relato se decidieron a acosarlas… A enfrentarlas con su pasión, como dice  el autor que le abrió a la narrativa del continente las puertas de la actualidad literaria, y que por su novela Los jóvenes hombres muertos, pudo existir La región más transparente de Carlos Fuentes.




domingo, 22 de septiembre de 2013

Cuchillos Verdes


Cuando salí de la escuela me esperaba en una esquina; no tenía su maletín y su camisa estaba remangada. Vi sus morenos puños cerrados vigorosamente, sus dientes apretados, su mirada dirigida hacia mí. Lo acompañaba el que le sostenía el maletín.
Quedé paralizado; el otro que estaba conmigo me dijo: -Rápido, súbase al camión de la escuela-.
Regresaba a casa desde la escuela; pasando por un parquecito recogía del arbusto frondoso de cuchillos, seis o siete dagas bien seleccionadas que guardaba en el bolsillo del uniforme. En casa, a medio día, siempre se sintonizaba el radio noticiero a todo volumen ( era un radio que tenía forma de tiburón; varias veces le habían cambiado algunos enormes tubos catódicos). Esta vez la noticia llegaba desde Viña del Mar declarando el triunfo de la canción que hablaba de mascar flores…“Por eso salgo siempre a caminar En busca de una flor para mascar…”

Noticia que despertaba una doble alegría, pues el cantor representaba a esta provincia que había tumbado un barrio completo de casas antiguas para construir el edifico donde quedarían los juzgados y todo al ritmo de las campanadas de la catedral que había quedado en pie, como también decía la canción. 
Después de inspeccionar que no tuviera huevecillos la sopa del almuerzo, según la clase de higiene en la escuela, ese mediodía me había olvidado de lavarme las manos. Me levanté apurado de la mesa, me dirigí al patio de la casa para empezar a entrenar una pelea a cuchillo con las dagas del arbusto. Debía apurarme pues a las dos empezaba Ultra Man. Esta tarde el súper hombre de ojos extraterrestres tenía que enfrentarse con una enorme planta carnívora que adquiría su fuerza de la radiación nuclear.
Si mis cuchillos no adquirían una fuerza nuclear,  debía confundir al otro, cambiar de mano el cuchillo escondiéndolos a la altura de las nalgas, lo más rápido posible, luego de hacer un lance directo al pecho y matar a mi adversario de un solo golpe.
 El héroe de la nebulosa M-78 me hizo salir corriendo hacia la calle, gritar a toda voz su nombre, luego observar quien salía al encuentro de mis cuchillos, de mis rápidos pies descalzos, aunque no tuviera correa que me sostuviera los calzones. Por fin, a la vuelta de la esquina vi la cabeza de mi amigo Roll, grité su nombre, vino hacia mí. Le grité Ultra Man, él desorbitó sus realistas ojos, luego lanzó una sonrisilla. Nos encaminamos hacia la tienda de alquiler de las destartaladas bicicletas; pasamos por el parquecito (no le mostré el árbol de cuchillos, pues era mi secreto); vi las coloradas flores de un gran Cayeno que decían…  ¡Cómame!...
“Por eso salgo siempre a caminar
En busca de una flor para mascar…”
Empecé a cantar… “!y recorro el camino…!”
Roll me apabulló, con sus características burlas de “pela gato” como nos decían las chicas del barrio vecino, cuyas fronteras debíamos pasar con cuidado…
¡Tocayo! –dijo de un momento a otro Roll- Ármese, es una advertencia, pues vamos por unos amigos-
No sé dónde quedé; el piso se hundió ante mis ojos cuando vimos las gradas que conducían a unas callejuelas en una hondonada. Toqué en mis bolsillos los cuchillos verdes  que había tirado del algarrobo, entonces pensé claramente que eso no servía ni para pasteles. Troll sacó su navaja que más parecía un cuchillo de mesa
–con eso no cortas ni el pastel- Me alcanzó el ánimo para burlarme.
Pero las piernas me temblaban cuando Troll empezó a bajar las gradas. Hacía unas horas habíamos recorrido el parquecito en las  bicicletas alquiladas. Troll se burlaba, se burlaba de verme pedalear como un borracho, hasta que se le desencadenó su bicicleta y fue a rodar frente a un señor gordo que estaba viendo una  enorme fotografía ( se la habían tomado desde una cámara de trípode, un fotógrafo que metía su cabeza en un pañolón), luego lo miró con cara de ofendido.
 Troll, sabe qué, baje usted a esa hondonada ya que quiere conseguirse un pito…
A él –creo- no se le hubiera ocurrido decirme por qué no baja usted.
Esperé unos cuantos minutos hasta que escuché un quejido que se perdió en los cerros que caían en la distancia de todos esos barrios que empezaban a encender sus nostálgicas bombillas. No me bastaba el cruce de manos que hacía Ultra Man para cobrar la decisión de bajar las escaleras que llevaban a un callejón que se formaba de unas hileras de las casas que bordeaban el cerro. Empecé a contar los pasos mientras bajaba los gradas, luego comencé a caminar por el callejón mientras tarareaba de la nada la canción …
“Por eso salgo siempre a caminar
En busca de una flor para mascar…”



domingo, 21 de julio de 2013

Sialvestre Dangong, el Chivas


A Chivas lo habían seguido sus siete primas que deseaban verlo cantar en la reunión dónde él servía  licor. Debía esperar que el veterano Fabián Corrales se cansara de sus piques y canciones, y que Iván Zuleta con su acalorado acordeón le dijera :- Oye, Chivas…¡ Cántate una ahí…!- .Pero ese viernes encontraron a los parranderos más eufóricos de lo acostumbrado, y gritando a voz en cuello : - ¡Viva el Jardín de la Guajira! ¡Viva nuestra selección…!
Cuando entró el Chivas de inmediato le entregaron la botella de Ron que debía servirles…
- ¡ Chivas…  Estaaaamos… Eeesssss…  Celeeebraaaando…!- Le dijo el viejo Zuleta.
Lo habían apodado El Chivas por la marca del reconocido licor; también hacía juego con una “chiva” que en periodismo es noticia fresca. En Urumita ( su pueblo del alma, el jardín de la Guajira) tenía el mismo sentido que en toda la región: la Chiva era femenino de Chivo; una cabra que era el ingrediente de la gastronomía e idiosincrasia de  indígenas Wayuu y blancos emigrados a las costas de la Sierra del Perijá y la Sierra Nevada de Santa Martha… (Llegar a la Guajira da la repentina sensación de encontrar las playas de Senegal o Mauritania –Había dicho alguna vez el padre del Chivas- ). Los parranderos, de por sí, no bebían siempre ese licor; sobre todo el  preferido en la costa atlántica era el Ron (a pesar del abundante contrabando del otro por las fronteras de Venezuela). El apodo Chivas obedecía a la irónica costumbre de los eufemismos, de las figuras retóricas que nombraban una cosa por el todo; por ejemplo la marca del producto por todos los productos de esa clase. Costumbre que había empezado en la publicidad televisa del país y lo había puesto de moda Fruko y sus tesos.                                                                                                           Chivas le hizo una señal a sus primas que se fueran, lo que ellas hicieron entre risas y burlas. En esa semana había cumplido años y él había cantado en el colegio entre lágrimas. Chivas había nacido en plena celebración del día de la madre. Su abuela materna lo adoraba, pero su madre no estaba con él; lloró en su cumpleaños por su ausencia ( Ella trabajaba en el “refrigerador”, como le decían a la capital del país por su frio intenso). Después se había montado en su destartalada bicicleta y había corrido hacia el desierto, hacia las afueras del pueblo. Allí fue donde por primera vez se le apareció el fantasma de la pobreza que él trataría siempre de esquivar, menos hablar de él. Trató de pensar que lo había originado en su vida; de pronto recordó el dolor de su madre aquella mañana cuando transportaba la cantimplora de agua hacia la habitación; se le había roto la fuente de su tercer embarazo, de ese ser que ya no estaría en el mundo. Vio a su alrededor mientras su madre se quejaba, vio todas las pertenencias de la familia acumuladas en la habitación, luego memorizó a su madre subiendo a un taxi mientras él se ocupaba de su hermano menor. No supo en qué momento el fantasma de la muerte se mimetizaba en el de la pobreza. Pero detrás de esos dos estaba su vida, los continuos asedios  que le recriminaban su ansiedad de cantar y piquear.                                                                         

domingo, 14 de julio de 2013

Un accidente puede suceder


Mientras lavaba los cubiertos de la cena de la noche anterior, no sé como un cuchillo se paró justo de filo arriba en la rejilla del lavaplatos y faltó poco para que su punta se clavara en mi pequeña mano.
Casi veo la sangre salir abundante. Pocos minutos después recordé una leve llovizna de sangre; mientras trabajaba lavando las ollas de un gigantesco restaurante, llegó justo a tiempo un auxiliar de cocina africano para decirme que no metiera mi mano en el balde del jabón donde él tenía en remojo sus cuchillos carniceros. Más tarde cuando me tocó la labor del reciclaje del cartón, cuando tiré de un montón de cajas, un cuchillo salió volando y por un acto de reflejos lo esquivé.
Esa noche le referí el suceso a un español que era el novio de nuestra amiga guatemalteca. No dijo nada, entonces pensé en esos meses que su silencio quería decir más o menos que los cuchillos no volaban.
Cuantas peleas a cuchillo no sucedían en mi ciudad andina por los motivos más insignificantes. Yo mismo hubiera sido, a no ser por cosas del destino, un cuchillero ya muerto.
Sentir que un cuchillo me perseguía era el colmo, incluso para mí. Tendría que echarle la culpa al modesto Borges que mientras recorría La Recoleta urdía sueños de cuchillos vivos. Pero no era así, la culpa estaba en mi infancia donde soñaba con ser un cuchillero hábil, sueño que truncó mis habilidades para escalar los muros donde dejaban encerradas a mis primas.
No puedo imaginar cómo se mataban a espada limpia en las antiguas guerras, me parece como si nunca hubiera sucedido. Hoy más que nunca lo cuchillos pueden parecer insignificantes, pueden parecer, pues viendo el documental de una fábrica de cuchillos norteamericana para el sector militar, me doy cuenta que esa tecnología usada, exagera con respecto al pobre estomago de cualquiera. En esto hay un consenso, o si no porqué los Ninjas han tejido la espada perfecta, hecha para atravesar la carne de un humano. Como dice Borges, duerme el cuchillo su sencillo sueño de tigre.
Cuando terminé de lavar los cubiertos, mi mujer llegó. No habíamos desayunado, no sé porqué me disgusté, sentí claramente algo de ira, quizá me molestaba percibir que tratara de leerme siempre, entonces no le referí lo del cuchillo. Ya había hecho el propósito de calmarme, pensé en todas las veces que mi mujer se había cortado pelando papas. De pronto Ella me percibió elevado; estaba reviviendo el momento en que Concetta Bertoldi se volvió a cortar el dedo; esa vez fue algo para espantar, y muchas veces se cortaba para librarse nuevamente de una jornada de trabajo. No estoy aquí nombrando a Concetta, la famosa espiritista que vive en New Jersey con su marido Jonh, la veterana que tiene una sonrisa espectacular ¿cómo sería hacerle una consulta para contactarme a mí, que hubiera muerto acuchillado hace tiempo? Estupidez de estupideces.



viernes, 12 de julio de 2013

El hombre que planchaba sus billetes


No podría imaginarme a Georg planchando los billetes al salir de su casa cada mañana, no me lo imaginaría por la sencilla razón de que no le naciera, sino porque su trabajo de vendedor “freelance” (como llaman hoy por hoy) de bienes inmuebles no le permitiría, si al menos lo creo yo, tener buenos billetes para planchar, por otros motivos como por los bajos precios de los inmuebles que le permitía a cualquiera obtener su propiedad (quien lo creyera).
 Algunas veces lo observé contando grandes cantidades de dinero, producto de afortunadas comisiones, entonces su rostro se veía concentrado como si fuera la actividad que más respeto le proporcionara en su vida. Pero para el  día en que tenía dinero al momento en que no tenía, me parecía tan fugaz que no me imaginaba a Georg planchando sus billetes… ¿Qué razón habría para plancharlos?
¿si quiera él se hubiera imaginado que tendría que planchar sus billetes? 
Su amigo que frecuentaba un club de gente de sociedad, si planchaba sus billetes…  ¡Me repito! ¿Qué razón tendría para plancharlos así fuera con una plancha normal?
 Aunque tampoco es deseable tener dinero como dinero de alcohólico en un bolsillo sobrio. Se me ocurre que es una forma de amar el dinero o de no gastarlo como un compulsivo consumista (entre más rica una persona, su consumo será más exclusivo)… Le dije a Georg esa tarde.
Pero los ojos de él brillaban y se frotaba las manos viéndome a mi frotarlas ante la cercanía de una comisión…
!Como dicen que no hay dinero… Mira! –me dijo sacando de sus bolsillos un fajo de billetes.

Georg me sorprende porque a pesar de ser un hombre que no tiene casa propia, ni automóvil, es un hombre que si tiene cien mil pesos, cien mil pesos se gasta; no gasta tampoco en mujeres.  
Georg me hablaba de su amigo con una ambigüedad difícil de precisar… Robert –Me decía-, cuando se afeita le queda su piel por donde pasó la cuchilla, azulita, como un pozo de agua cristalina. 
Podría suponer que lo decía pues él era imberbe, barbilampiño. Su amigo era un magistrado (esto es un abogado que ha ascendido en las altas esferas de la justicia) que al parecer,  según lo que le había concluido de lo que él me decía, no era tan ambicioso, tampoco era tan generoso. Al parecer vivía solo, le gustaba beber uno que otro vaso de whisky en el Club, luego en una que otra  ocasión había invitado a Georg. 
 Georg, nunca más me volvió hablar de Robert.
 Quiero verte contando billetes-me decía- 
Yo me dejaba llevar bondadosamente por Georg, hasta que en una ocasión en que yo contaba abundante dinero, con una resaca producto de una borrachera la noche anterior, sentado frente a mí, vi con asombro que llevaba su dedo índice a través de la manga de su pantalón corto hacia atrás…
 De madrugada, yo había llevado a  un hospedaje a una morena que había encontrado en un bar abierto; apenas desperté, aun dormida, la besé... No sé porqué pensé en el momento en que Georg llevó su dedo índice… Pensaba también en el “ex” de mi amante, que era el que planchaba los billetes. Mi amante me hablaba de su “ex” mientras se sumergía en mi, se sumergía en mi como si los días no pudieran pasar y las flores no se pudieran marchitar.

domingo, 30 de junio de 2013

LA ADOLESCENTE

Meses atrás había visto a una adolescente excesivamente maquillada, de cabello crespo;  tenía puesta una falda que dejaba ver sus delgadas piernas, una blusa también estrecha y unas zapatillas de puntas largas.  Estaba sola y no llevaba nada en sus manos; parada en una esquina, al  lado de una cervecería.                                                                                
 Pasé junto a Ella y vi sus ojos marrones; Llegué hasta la otra esquina donde se estacionaban los moto taxistas. Junto a mi pasaron varios auxiliares de policía que riendo alegremente hacían ronda. Miré mi reloj; habían pasado quince minutos y la adolescente sólo se había movido un poco del sitio donde estuvo parada.                                                                                                                                    
Lo recuerdo minuciosamente porque ahora veo otra adolescente que desplegó una sonrisa tan natural ante el requerimiento de un tipo. Una adolescente de atmósfera  primaveral arrastrando un carrito de bebé por el mismo sector donde había visto a la otra niña (tan primaveral que pensé que sus quince años la rodeaban en rosas). Un muchacho que está vendiendo objetos varios en una pequeña caja por esta calle ya me ha estado observando. El calor me hace buscar la sombra bajo el toldillo de un negocio de sandalias y la muchacha sigue con su carrito de bebé.                                                                            
La otra vez me impresionó el tipo que llegó donde la adolescente que estuvo parada en la calle. Era un  tipo corpulento y estaba sudado; parecía triplicarle su edad. Sus movimientos agitados le hacían mover los brazos ante cada palabra. Luego pareció callar y Ella empezó a caminar. Al llegar a una esquina volteó. El tipo caminaba siguiéndola a corta distancia.             
  En la distancia alcanzaba a ver sólo el carrito de bebé; me acordé de la adolescente sobrina de mi novia; sus progenitores ya le habían comprado su primer apartamento. Me puse a pensar si esta niña también se esforzaba por ganar siempre medallas al final del año escolar y se encerraba días enteros cuando algo le fallaba. En ese momento cuando la vi pasar no se me ocurrió detenerla y decirle que me vendiera un café de los muchos termos que llevaba en el carrito de bebé. Más bien parecía que ya había terminado su trabajo. No me había dado cuenta pero al cruzar la esquina me vi caminando cabizbajo…                       

viernes, 14 de junio de 2013

Vista a las Montañas de Palonegro desde el edifico de la Alcaldía



III


En el piso tres del edificio de la Alcaldía
por el salón de los escritorios
hay una ventana
donde se divisa a lo lejos
las montaña de Palonegro
de delirantes aviones
Una impresionante montaña
como de pintor impresionista

La ventana está cerrada en horas de trabajo
y en salida de labor sigue cerrada…
En esa montaña sucedió el combate
épico y cíclico de la patria boba.
Se ve tan bella desde esta ventana
burocrática que casi veo los senderos
de los ahorcados como pistas de aterrizaje
cubriéndose por la neblina del atardecer.











Título de la fotografía: Bucaramanga desde el Mirador

De Ludwig Snider Suárez - Trabajo propio, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=46347142








Acapulco



El recorrido aproximado veinte minutos en automóvil por la vía a Piedecuesta saliendo desde la puerta sur; se rueda por una vía que atraviesa las montañas en estricto caracol hasta el centro del poblado donde se ha establecido a estas alturas un barrio que tiene un nombre llamado igual que el mundialmente famoso balneario mexicano de Acapulco, que según he oído, en estos últimos años ha perdido la casi totalidad de turismo que llegaba de los Estados Unidos, pues los gringos se ha volcado a otro conocido balneario de Centroamérica, haciéndole caso  al miedo.
En Acapulco las direcciones son provisionales, el barrio queda dentro de una región llamada Ruitoque, que está dividida en bajo y en alto. En la parte alta, lo primero que hicieron unos visionarios constructores (dicho sea de paso, fueron los primeros urbanizadores en estratos medios altos y altos; costumbre que ha prevalecido hasta el punto de ser completamente inexistentes los urbanizadores de estratos medios y bajos; hecho que siempre ha causado las invasiones tugurízales a los campos aledaños y su consiguiente deforestación) un exclusivo condominio ( no hace falta decir que campestre) de una creatividad copiada de un campo de golf. El resto del campo de Ruitoque alto, está ocupado por estaderos campestres donde se han acreditado los deportes extremos; tal el parapente, el para motor y estratégicas casas quintas construidas por particulares. Acapulco ( creo que influido por unos nuevos decretos que obligan a los constructores a estratificar con derecho a la igualdad; si se construye un estrato seis por ejemplo, deben construir aledaño un estrato tres) se invadió debido al incumplimiento de ese decreto; el resto de la región baja está ocupada por terrenos de estricta medida donde pueden construir los que quieran y puedan; de hecho abundan las casa quintas también, pero cerradas; los vecinos deben también tolerar los abundantes sapos que se pasean por los alrededores ( y que a mi parecer no son comestibles como lo teorizaba un señor que también aventuraba recetas).
Las gentes de estos estratos populares tienen un mimetismo con los estratitos pudientes. Paradójicamente, el nombre Acapulco quiso ponerse a la altura (este queda en la parta baja de la meseta) de la parte alta.
Por otra parte, la abandonada costumbre de bautizar a los hijos con nombres de origen anglosajón por los ricos, es practicada con toda naturalidad a nivel popular ( los acostumbrados dos nombres son combinados; el primer nombre anglosajón, el segundo latino). La vigente costumbre de los ricos de llamar al festejo del nacimiento de sus hijos“Baby shower”; un neologismo que copiaron lo estratos medios. Una costumbre agotada popularmente, consistía en que los fines de año se llenaba de mirones las amplias rejas del central “club del comercio”, situado precisamente en un parque donde queda ubicada la catedral de la ”sagrada familia”. Desde los enrejados jardines que daban a las calles, las amplias ventanas del club dejaban ver las fiestas de gala de estos, que contrataban orquestas que la publicidad afamaba nacionalmente.
Cuando esperaba el viejo bus para regresar a la ciudad, en la parada frente a la casa del anciano Guajiro (el curandero del barrio, que es una especie de santero cubano) escuchaba el grito energúmeno de una joven mujer hacia alguien que se llamaba Samuelito. Tenía el limón que me había dado mi mujer, para despellejar poco a poco la piel e ir mordiéndola mientras el bus rodara por el tobogán hacia el área urbana; remedio -dice ella- eficaz para el mareo. Se dice castizamente -ir royendo o mordiendo la cáscara del limón-. Había pasado el fin de semana con Ella en la parcela de Acapulco (así llaman a una casa que está construida en un terreno campestre por pequeño que sea). Parcela que comparte con sus hermanas; unos años atrás, había vendido parte del terreno a sus dos hermanas (una viuda y otra separada) por un precio que al pasar de un tiempo se ha valorizado veinte veces más (la construcción habitacional es la que más nuevos ricos ha hecho).
El elefante gris de la deforestación de los campos mientras la ampliación urbana de estas ciudades intermedias avanza, pare la deforestación de las fincas improductivas que las parcelan para venderlas a los urbanizadores o para casas campestres. Incluso el exclusivo conjunto campestre Ruitoque se estratificó de una forma creativa; como habíamos advertido, al ir subiendo la loma de ese conjunto residencial, digamos que en un Ford o en un Toyota Fiesta… (Conozco poco de automóviles) ! …Pero me atrevo a asegurar que en mi medio siglo de vida no he visto jamás en esta ciudad llamada Bucaramanga, el deportivo carro Alemán Porche (dizque en Medellín ya rueda el 911 Turbo 2010, que pasa de los cero a los cien kilómetros en sólo 3,4 segundos) tanta velocidad si puede darse en Medellín si tenemos en cuenta que una vez dijo el mafioso don Pablo, que cuando él empezó a hacerse rico le parecía ridícula la fortuna de los que se decían la "flor y nata" de la sociedad de allí, de sus avanzados industriales.
Como decía, a medida que vamos avanzando en automóvil por Ruitoque alto, vamos encontrando que cada parcelación está numerada por "hoyos". Inicia el hoyo uno y así sucesivamente; al parecer las personas de las residencias de los “hoyos exclusivos" ( parece ser que a los hombres pudientes, al escoger esposa les interesa más la tradición familiar) no les cae muy bien los vecinos que no tengan "pedigrí" (pero no como el de sus perritas de raza) así estén llenos de dinero, como los actuales nuevos ricos entre los que se cuenten muchos de "hoyos más abajo" que adquirieron sus fortunas de extraña manera, y otro nuevos ricos que hicieron sus fortunas guiados sabiamente por la mano invisible. De todas maneras, en estos estratos se encuentran familias que han hecho del arte de la apariencia ( ¿pero se podrán mover en esos estratos de las clases aristocráticas de papel?) todo un modo de vida; apariencia que no les impide humillar a su servidumbre y hacerles ver a otros lo "ricos que son". Pero los que son de clases tradicionales pudientes, hacen llorar a los arribistas de hoyos más abajo, pues los de la "flor y nata" les muestran su desprecio, como le sucedió a una exclusiva señora ( "arribista" quiere decir -como lo definión Goethe-que son gentes que pasan por encima del que sea, en el logro de su estatus social) que además de ser cleptómana, era terriblemente intrigante; no vacilaba en culpar hasta la más inocentes muchachas de su servidumbre de algo que estas no habían cometido con la intención de no pagarles el sueldo ( ni pensar como seria el marido; hubo un tiempo en que se popularizó entre algunos empleadores, el abuso sexual para las niñas que contrataban haciendo uso de bajas artimañas (¿pero qué se puede esperar de una generación que se crio viendo telenovelas de un sensacionalismo espantoso?). Dicha señora arribista, se dispuso después de recibir varias Llamadas telefónicas, a cambiarse para un condominio de "nuevos ricos" sin pedigrí. Esta señora, conocida de mi actual cuñada que ha terminado viviendo sola en la “parcela” padece, se diría, de serios sentimientos de “culpa” pues si presiente el castigo por su cleptomanía, se anticipa lavando su conciencia con las picardías que le hace a los más débiles.
Es muy común en las madres de estratos populares de esta región la tendencia a depender moralmente de sus “machos”. Cuando estos las dejan, ellas culpan a sus hijos, y en consecuencia los castigan. Otra cosa es culpabilizar a un niño por el más mínimo detalle; ellos se defienden rebelándose contra la tutela de sus progenitores.
El arribismo es una herramienta usada generalmente y también estratificada. Es una herramienta al igual "voraz"; también la usaron en la época de Goethe ( este le dedicó al arribismo unas líneas explicitas). En la época de las luces de París, los latinoamericanos que llegaban con sus ínfulas de gente de mundo a gastar dinero ( esto sería efectos del arribismo) les decían "arrastracueros"; gente sospechosa, pues no se sabía de dónde habían sacado su dinero ( en esa época, la hoja de coca sólo la había usado Freud para sus experimentos).
Actualmente el arribismo es una herramienta usada por los políticos y funcionarios latinoamericanos, que ha hecho de ésta una vulgaridad mayor (son los nuevos "arrastracueros"), sumada al "culto de la personalidad" cultivado por los populistas. Vale todo para su proceder; lo importante es lograr la ambiciosa meta. Podría creer que la causa principal de ese estado de cosas, fue la que señaló a finales del siglo XIX Miguel Samper Agudelo (de las cuales, la aristocracia conservadora se echaba cruces y tocaba madera) y que consistía en avizorar un precaria e inexistente industrialización de estos países, dedicados a ser comisionistas de las potencias industriales.
Bueno, en suma, una casaquinta del condominio de Ruitoque, puede valer, viéndolo desde las nubes dos mil millones de pesos, lo que equivale a decir que un porche cuesta unos trescientos millones de pesos, una casita en un estrato tres de cualquier barrio puede costar ciento veinte millones de pesos, un empleado de empresa recibe un salario de medio millón de pesos mensuales. Un salario mínimo en estas fronteras es de unos trescientos euros al cambio.


 

martes, 12 de marzo de 2013

LA JORNADA


El muchacho dijo espontáneamente que aquel tipo -luego lo señaló con su dedo índice- era de “medallo”, que lo había escuchado hablar el viernes mientras pedía fiado el refrigerio de antes del almuerzo, lo que correspondía al mecato de media mañana en el modismo local. Luego lo escuchó decir la “muletilla” de la gente de “medallo” mientras le pedía regalado un cigarrillo a su ayudante.  Ese viejo es un desjuiciado, siempre se ve sin dinero  –sentenció el muchacho- dando el último sorbo a su vaso de avena. Si lo dice por viejo, apenas tiene treinta años -repuse- Yo estuve con él el viernes; hablaba,  hablaba, hablaba fluidamente con ese acento tan envolvente que tienen los de allí ¿no has escuchado hablar de los culebreros? Se dice que “culebrero” que se respete es de Medallo (el culebrero es un vendedor ambulante que hace gala de una terrible elocuencia callejera). La señora  que vendía las “papas rellenas” y la avena siempre bostezaba a esta hora del lunes, gesto que me parecía fuera de lugar en este mes del año en que el  sol del trópico quemaba. Nos  encaminamos hacia el piso doce de la obra no dando tregua al comentario: ¡Mire chino…! -Le dije- (el apelativo “chino” en el modismo local se reservaba para niños y gente del común), el paisa, como le dicen a los de “medallo”, no dejaba de pedir cerveza, no dejaba de hablar: ahí estuvo el maestro de obra, los mamposteros, los estucadores; el lugar se volvió una orgía de cerveza, de música ranchera, hasta que el costeño se enfureció; exigió que pusieran canciones vallenatos.  Ahí se formó un problema; me quise ir, pude leer en la mente de Joaquín que no me dejaría ir hasta que no gastara el último centavo; el maestro de obra, dijo persuasiva, paternalmente , que dejaran ir al doctor ( así me habían apodado en la obra).  El chino dijo con entusiasmo que conocía al hijo de Joaquín; el hijo de Joaquín  dice que dentro de pocos años estará jugando en un club de futbol en Europa, me lo dice a mí que soy su amigo ¿pero al menos está jugando ya en el equipo de futbol de la ciudad? -Le pregunté-  ¡No…! –Contestó- pero es el mejor jugador del equipo del barrio, se da el lujo de ostentar su clase de jugador, incluso en su colegio. Muchos  lo odian porque va por ahí diciendo que se parece físicamente a Michael Owen, incluso se dio el lujo de despreciar a Mirleya,  que se atrevió a decirle que él le gustaba. Ella,  resentida, le dijo que no tenía la altura de Owen ( por supuesto el no llegaría a medir un metro noventa en su edad adulta, con diez y seis años, a los veinte  llegaría a medir por mucho uno sesenta y cinco, que es por decir menos la estatura promedio).  Luego se fue calle abajo de la casa de Joaquín ( que  es una casa como las que se construían en la colonia española, en un barrio en las que quedaban ya pocas) y se escuchaban sus insultos contra el que se le atravesara...  Pero el hijo de Joaquín no va a los bailes de cumbias peruanas, donde van los llamados “ñeros” (los que se han vuelto  “ninis”) ¿entonces qué música le gusta al hijo de Joaquín?  Esa que sonaba a finales de diciembre del año que acabó de pasar (  el dos mil cuatro ). Un  fuerte olor hizo que el chino se distrajera, cayéndole en el ojo derecho la delgada sopa del estuco; la queja hizo que el doctor se bajara del banco de madera que usaba para estucar las partes altas del muro.  El ojo del chino le lloraba por el enrojecimiento, el doctor le lavó el ojo con abundante agua, mientras decía que había algo raro en la obras en construcción que hacía que el intestino no funcionara decentemente. Luego  le sonó el “beeper”, lo miró ( también al reloj) y salieron de la obra  bajo las maldiciones del chino que decía que cuando alguien está de malas hasta del cielo llueve m… Al maestro de obra le sonó su  teléfono celular ( que era una rara ostentación ); el chino le alcanzó a ver el celular y se burló de esa “panela” ( la panela es un endulzante popular del tamaño de un ladrillo de barro cocido, que resulta de la miel desechada en las plantaciones de caña de azúcar). Vea maestro- se refería al estucador- ya está navegando a toda máquina el “ Smartphone” y ese “pingo” todavía con… ¡ Una  panela! (“pingo” era el  apelativo para gentes de esa ciudad que quería significar a alguien insensato, pero que se decía como “muletilla” ¡Ahh.. ¿qué pensarás de mi beeper?... Huevón!-dijo el doctor-. Hicieron detener una buseta y la abordaron ( a la derecha de la buseta circulaba  un motociclista que fue dar lentamente  contra un andén).   Radio Nacional transmitía la noticia destacada de estos inicios de año con la captura de un jefe guerrillero apodado “Granda”; que si fue detenido en el vecino país, que si no fue en el vecino país la captura; que la Potencia Mundial estuvo involucrada.… La madre, chino –dijo el doctor- apague ese puto radio o si no le lanzo de aquí un bollo de estuco. Primero se bebía un café servido en un vaso desechable del que vendía Doña Teresa, la que cargaba los termos con el negro líquido en un carrito de bebé… ¡Ya son las tres de la tarde y no podremos cumplir la tarea por estar hablando paja…! Maestro es que los lunes siempre son del zapatero –repuso el Chino-( con eso se refería a la costumbre de los obreros de zapatería de no trabajar los lunes) ¡ Tienes razón, acabemos este puto enero, entonces, hablando m…! ¿Cuántos años tienes Damián Alexandre? Entré a diez y siete años, Maestro Corto ¿porqué la pregunta? Es que estaba pensando en el hijo de Joaquín. Ese Joaquín es un miserable cojo que se gasta todo el salario en cerveza.  Es que la Mamá de Joaquín es funcionaria de la Alcaldía -contestó el chino. Bueno, esa tarde, el paisa, cuando los obreros estaban prendidos (quiere decir que ya estaban alicorados) propuso que nos fuéramos todos a seguir bebiendo licor a un lupanar; yo, como dije, logré escaparme, después supe que fueron pocos los que siguieron al paisa y duraron perdidos unos días, hasta el punto que la familia del paisa puso la demanda a la policía ( el maestro de obra es cuñado del paisa), fue cuando usted lo escuchó pedir fiada la merienda.  Bueno don Corto, menos mal que yo me había ido con Michael Owen  a una sala de Internet.