La lectura del pájaro canoro, título que obedece a lo
que el Ortodoxo Español Juan Valera (1824-1905) le reprochó a los
latinoamericanos que renovaban no solo la literatura de habla hispana, sino
consecuentemente le abrían la puerta a España y a estos rezagados países a la
modernidad y que se conocían como “modernistas”. El señor Valera tildó a los “Modernistas de “Pájaros
Canoros” tratando de caricaturizar con el canto de esas aves del trópico al
movimiento que le daba un golpe una vez más a la tendencia ortodoxa y dogmática
de nuestros países (incluyendo España). Parece que el señor Valera veía
insignificantes a los arrendajos, los turpiales y las golondrinas, parece que
reflejaba en sus cantos la hiel de su sustancia dogmática clerical, pero Valera
no era España y el genial Rubén Darío (1867-1916) estaba nada más ni nada menos
que uniendo culturalmente a España y Latinoamérica. Pero me desvié del tema de
este articulo que es el de la lectura. La tesis ya la había delineado en un
texto sobre la lectura del 2008 que
publiqué una vez más en mi pagina de “scribd” bajo el titulo :”El Bolero de la
vida”. Nuestros países latinoamericanos siguen su movimiento cíclico en la
rueda de la ortodoxia y el dogmatismo
¿La lectura?
Existen básicamente dos categorías en la lectura: la
del lector profesional y la del lector investigativo: queda entre bambalinas el
lector común, el que lee de vez en cuando y compra libros influenciado por la
publicidad, un tema de moda o gustos
personales. Indiscutiblemente aquí me
refiero a la lectura de textos, no esa otra lectura que proclama la anacrónica
moda de la semiótica. Podría asegurar
que el gran lector que fue el Argentino Jorge Luis Borges (1899-1986) pertenece
a la categoría del lector profesional y el también Argentino José Luis Romero
(1909-1977), uno de los hombres más inteligentes de nuestro continente en lo
corrido del siglo XX es un lector investigativo. Aquí como en Borges reniego de
las especialidades y derivo ambas lecturas de una formación académica. En este
ámbito el autodidactismo es más bien la regla debido a la carencia de una
universidad de corte investigativo que es la que mantiene en un perenne atraso
a la sociedad desde todos los puntos de vista. Masivamente no existen lectores
profesionales y lectores que demuestren una seriedad investigativa como
resultado de una “alma mater” tampoco. No necesariamente la masificación de
escritores quiere decir que haya una masificación de lectores profesionales; al
contrario, tal aparición de escritores, significa mejor un atraso. De los lectores
comunes, la mayoría no son fruto o resultado de una “puja” académica”, como
diría Borges, la lectura obligatoria de las academias crea es una “contra
lectura”. La industria editorial vende es con relación al mercadeo. No existe una
complementariedad de lectura y academia. Analizar las causas de estos fenómenos
es no menos interesante. El lector más escaso que existe, es el que mencionó
Rafael Gutiérrez Girardot (1928-2005)
con respecto a la lectura de Hegel : “ponerse en el ámbito de su fuerza” y esto
quiere decir saber tanto como él y estar cuestionando sus comprobaciones. José Luis
Romero es un lector como el que menciona Gutiérrez Girardot. Un lector
común leería a Romero para entender: por
ejemplo, yo estoy entendiendo a través de la lectura de su historia de la
sociedad occidental el mundo actual; yo me estoy guiando por su autoridad. Borges
recomendaba la lectura hedonista, y el lector de Borges que paradójicamente
debería ser un polígrafo, es también un sinnúmero de lectores comunes. El
lector común, pienso, es bueno cuando entra en los artificios del autor como
este que menciona Borges para evitar una posible “ incredulidad del lector” y
acaso el abandono del libro: “No importa que el autor conozca el asunto del que
habla; importa que haga creer que lo conoce. Cuando el lector sospecha que el
autor no conoce el tema, que el novelista no ha imaginado bien las cosas, la
suspensión de la incredulidad concluye”. (1960). Este no es el caso de José
Luis Romero. Pero para no llamarnos a engaño el lector investigativo debe
producirlo una universidad como las que ya no existen en Latinoamérica y
mayormente nunca han existido; jamás una universidad privada en este ámbito
producirá un lector tal como José Luis Romero, pues Borges era autodidacta y Gutiérrez
Girardot completó su educación en Alemania criticando severamente la academia
de su país. Es tanta la crisis de esto, como ya lo he repetido varias veces, que
los lectores se dan espontáneamente, cuando idealmente no debería ser así: la
educación institucional es la que debe producir los lectores. Yo no me resigno
a un mediocre destino de lector común, producto del autodidactismo (factor de
retraso en una sociedad) que ha dejado
miles de poetas menores y nuevas leyes burocráticas de lectura. Al menos diría
como Borges, ser lector es una tarea más civil que la del escritor y complemento con esa célebre frase Borgiana “Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí
me enorgullecen las que he leído”. Eso indica que aspiro al menos a ser un
lector profesional porque producto de la monstruosidad anti cultural del
sistema ya es imposible ponerme en el ámbito de la fuerza que exige el lector
de Hegel y José Luis Romero entre otros. El desprecio por la
lectura va de la mano con el estancamiento de la academia, con su persistente
utilitarismo que deshace en mil pedazos el ocio hedonista por la lectura; si un
individuo se gasta una hora sentado frente una vulgar telenovela que hace que
no tenga media hora así sea semanalmente para leer un buen libro: este
imposible lector ha heredado la impaciencia de las elites que han gobernado
estos países.