sábado, 15 de junio de 2019

Tatiana de Santurbán

Tatiana de Santurbán

Guía del aire en vuelo de pájaros
el cuerpo natural anegado
Guía del ave el cuerpo desnudo
Publicitario a los ojos de extraños
Los Frailejones
Flores salvajes acechando al Ser
El viento violento al cauce de los riachuelos
Un fresco olor a musgo desde una
laguna resplandeciente
en cuerpo de agua
en leves curvas líquidas
del tembloroso pezón invitando a beber
De la fuente entrañable de la tierra
El frío del rocío de la piel de la vegetación
De los pies hasta la sonrisa
palpitante de los frailejones
Hojas abundantes y velludas
anegadas de  neblina
En ondas del pubis persona de la laguna
deshecha en lluvia de las flores del Frailejón
Tu voz de agua
Despierta en aguacero

De las voces que han dormido
La tuya es la del cuerpo
Superficie del amor
nadando
Transgresora hacia lo hondo
Homenaje a las lagunas envueltas en frailejones de niebla
la deleitosa fuente de los moradores
en páramo de ciudad
Silenciosa luna
Invitando a soñar
Habla lo callado
Vuelve la voz a decir aquí estoy
mi riqueza toda es la vida
y el cuerpo vive es el agua

La leyenda de Ladislao, el Sr. LEA

El señor Lea

(La leyenda de Ladislao)

 

 

 

 

 




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Víctor Manuel Niño Rangel

 

 

 

 

Víctor Manuel Niño Rangel (Bucaramanga, 1961)

 

Leyenda de Ladislao Gutiérrez: El señor Lea (2018)

 

Ilustración: Caros Andrés Pérez (2018)

 

 

 

 ...

 

 

 Un señor llamado Ladislao

 de tatarabuelos notables por sus servicios al país
y que por aires del destino
fue la vida su consumada Maestra
Era llamado Ladis Leo o Señor Lea

por los niños que salían a su encuentro 

 

*

 

LadisLeo saludaba alegre 

y no decía que su alma lloraba

La tristeza salía de su boca con una sonrisa

y de su mano la maestra tiza
con la que escribía Lea en  muros y postes
o aún en  algún rincón olvidado

 

Sentía el vacío de su hija

La niña que con tanto amor había cuidado

Ahora su recuerdo estaba en cada esquina

en cada casa de sus calles bumanguesas

y Ladisleo creía con toda bondad
que al alimentarla escribiendo en letra palmer “Lea”
Luego al acudir alguien a algún libro

su espíritu estaría contento y en la ciudad se vería…

Bien vestido con su traje de maestro
mostraba la riqueza humilde de Lea

en estas tierras donde nace todo el que llega
y donde la niña crecería e iluminaría…

 

 

Pero la niña es la mente

Decía Ladisleo de la hija de Lea
La que escribía en el muro donde a esa hora

se recostaba algún distraído muchacho

 

Caminaba hasta el atardecer
con lágrimas de Maestro tras su rostro 

sonriendo en muros, postes y tableros


Señor Lea, le preguntaban los juguetones niños

¿ Dónde está Lea…?
Con su mirada de anteojos entusiastas
y su vientre preñado de libros 

Diciendo:
Lea está en cada vez que Leo

y es cuando la niña sonríe…

 

 Ya cansado cuando los focos

del barrio iluminaban las escaleras que tendría que trepar

Su espíritu se evaporaba en la noche del barrio 

donde se escuchaba el llanto vacío de Lea

 

La encarnación de Lea en la tiza blanca

Que vagaba con un sutil encanto

Y entraba por las gentes que se habían impregnado de

La letra blanca que los minutos se llevaban 

Silenciosamente.



...


Ladislao, había sido un maestro de escuela; ya pensionado se dedicó, como Alonso Quijano cuando descubrió que era el Quijote, a dejar un mensaje contundente a cada uno de  sus conciudadanos Bumangueses: «Lea». Dicen los entendidos que tenía la vena quijotesca de su antepasado, que fue Presidente de la República:  el General José Santos Gutiérrez, allá por mil ochocientos sesenta y ocho, fecha en que le declaró la guerra a Bélgica, por una pena de amor con una mujer de dicha nación europea, pero que para fortuna del país, tal misiva no llegó a su destino. 
Ladislao fue declarado, el señor Lea, y ante la vista de transeúntes escribía en las calles, en las paredes, en los espejos y en las diferentes vitrinas de la ciudad, y ante quienes caminábamos por Bucaramanga,  la palabra Lea. El autor de este corto mensaje era, de manera precisa, el gran Ladislao, el señor Lea de esta historia.

Pero sobre todo, los que más sorprendían al ver al Señor Lea, eran los niños y los más ancianos: él les decía: la vida se hace maravillosa al leer: Los niños y los ancianos, repetían la frase: la vida se hace maravillosa al leer. Y al caer la tarde, ante la maravillosa migración de seres alados a las palmas del parque García Rovira, Ladislao, siempre bien vestido; se alisaba su saco y enrollaba su corbata, y se despedía de los niños y ancianos que alegremente saltaban las jardineras del parque.

Ladislao se dependía alegre, pero yo presentía en mi alma de niño, que su alma lloraba; lloraba profundamente, y alzaba su vista ante esos seres alados, en los que los pericos formaban una algarabía que se perdía a esa hora con los ruidos de los carros que rodaban con las lámparas de la calle 36.


Al otro día, también con lo seres alados que llegaban a los arboles, alistaba su tiza de viejo maestro y comenzaba a escribir Lea en las paredes olvidadas del Centro. Alguna vez un amigo, conocedor de la historia del Señor Lea, me llevó a una pared arrinconada por el tiempo, y me dijo: mira lo que descubrí: era el mensaje del Señor Lea, escondido en el tiempo: lo examiné detenidamente, y cumplía con dos requisitos, estaba escrito en letra palmer y las líneas que describía la tiza, eran firmes pero no actuaban con el tiempo, aunque estaban un poco borrosas. Les  faltaba alma; no tenía el espíritu de su hija: ese ser alado, al que él llamaba «la hada niña», y que con tanto amor había cuidado, al llevar el mensaje de Lea. Y que ahora su recuerdo estaba a punto de extinguirse, pero como una leyenda, resurgía en cada calle, en cada rincón de la  ciudad.  Mi amigo se quedó sorprendido. Es que la lectura es maravillosa, pues es el alimento del alma, decía Ladislao; y lo creía con toda bondad, que alimentaría a la comunidad dando su mensaje  “Lea”. Luego al acudir alguien a algún libro, su espíritu estaría contento y en la ciudad se vería, pues esa hada niña crecería e iluminaría en su espíritu.  MI amigo no creía que la lectura, sirviera para algo. Luego se fue pensando, que a estas alturas del siglo XXI, alguien podría creer en que al Señor Lea lo acompañara una hada niña que era el espíritu de su mensaje, tal como el espíritu de Don Quijote era su espada y rocinante. Pasó la noche reflexionando y luego dormido soñó con él: como la ilustración que me hizo un dibujante de este relato, la niña hada se le presentó a Ladislao en sus hombros, mientras este escribía Lea, en alguna parte.  Pero por supuesto, le dijo Ladislao a mi amigo, quien quedó iluminado:  ¡La niña hada es la mente!, y es cuando la gente lee. Leer es un acto maravilloso pues la mente cobra vida, se abre el mundo, despierta de su sueño de metal. Luego, el señor Lea, caminaba hasta el atardecer con lágrimas de Maestro tras su rostro sonriendo en muros, postes y tableros.  Ladislao, le preguntaban los juguetones niños ¿ Dónde está Lea…? Con su mirada de anteojos entusiastas, y su vientre preñado de libros. diciendo: Lea está en cada vez que Leo, y es cuando la niña hada sonríe. Ya cansado cuando los focos del barrio iluminaban las escaleras que tendría que trepar, su espíritu se evaporaba en la noche del barrio donde se escuchaba el llanto vacío de Lea.Mi amigo se despertó y en sus ojos iluminaba la comprensión: La niña hada es le mente, y se alimenta con la lectura.