lunes, 14 de mayo de 2012

LAS EMPUSAS

(De Come Fuego)
Camilo siempre recordaba las palabras que el hermano menor de su madre le decía sentados ambos en la banca del parque cualquier atardecer cuando salían de la edificación en construcción: no recordaba el cansancio de la jornada de trabajo, ni las gotas de pintura que quedaban en su cara, sus brazos, ni la muchacha solitaria que él vio bailar en una azotea un día antes de partir para el exterior : pensaba siempre en esas palabras, que ya de adulto se convertirían en una obsesión. Luego en las obsesiones de las lecturas de su mejor amigo: el tiempo. Hoy estamos aquí, lejos de nuestra ciudad-le decía su tío- pero es como si nunca hubiéramos estado aquí pues tú verás esto como un soplo de viento en tu adultez. Mira mejor que nalgas las de aquella muchacha. Su tío era un hombre inmediatista y pícaro que llevaba a su sobrino a jugar billar los sábados. Cómo extraño comer la carne de mi tierra-le decía ingenuamente Camilo--pero este se encontraba lejos pensando en su familia. Si, pensaba que el tiempo le había pasado como un soplo: tú tienes una bella vida le decían -mucho después supo que lo decían viendo que él no trabajaba ni estudiaba- Quizá no sabía que se había convertido en un Niní.(Pero no le hacía mal a nadie). Recién terminada la escuela elemental cuyo único Maestro era Marxista su madre lo puso de aprendiz de mecánico, luego de carpintero, luego de ensamblador de autobuses, luego de ayudante en distintas fábricas y locales ¿Nunca tuvo una novia en su adolescencia? Le llegó como un rayo su imagen en el cuartel: un capitán lo había sorprendido masturbándose. En una noche de guardia él sorprendió a un recluta tratando de violar a un compañero de pelotón: el conscripto se había evadido del cuartel, había regresado borracho, Camilo hizo un tiro al aire, el recluta huyó. Le preguntaba a su corazón por su extraña palpitación, por sus sueños tan laberinticos. Cuantos años de reflexión para establecer un sentido para sus sueños. Su mejor amigo le preguntaba por sus sueños apocalípticos: mejor le explicaba algo similar a las escenas del vampirismo en la mitología griega: las hordas de Hécate, las Empusas le parecían los graznidos de unos cuervos que escuchó una madrugada. Las Empusas en luna llena seducían a los ingenuos, apareciéndoseles como mujeres hermosas, luego asumían su verdadera forma para atacarlos. Camilo le narró a su amigo las consignas vampíricas del Cabo de su Pelotón cuando se entrenaban. Si -decía-, mi país siempre ha tenido un conflicto civil y esas consignas vampíricas obviamente iban dirigidas a los enemigos. Su amigo le narró en cambio que para las culturas primitivas de la humanidad el canibalismo, el vampirismo en contra del enemigo le daba al vencedor su fuerza por eso practicaban esas formas rituales. Pero a finales del siglo XX esas consignas eran barbarás y perjudiciales para la salud psicológica de los flacos reclutas: comer y beber la sangre del enemigo, así sea en sentido figurado era una barbaridad. Mucho tiempo después, Camilo reflexionaba el sentido de sus sueños. Creía haber identificado esa cara barbará que lo acechaba: su amigo le decía que si le hacía caso a las teorías de Jung se equivocaría (los sueños no son espejos de uno mismo), mejor que estudiara los propios conflictos ideológicos de su vida. Ese era un buen camino para tratar de entenderse él mismo. No sabía por qué el sueño de aquella noche le recordó la película: “Blade caza vampiros” que ya dentro de una cápsula lo convertía en cazador quizá de sí mismo.Pero algo falla y hasta su caballo pagó las consecuencias ¿Quién era ese caballo que mostraba el miedo de un ser humano? Era un miedo por el ser humano. En ese estudio concienzudo de si mismo dejaba que las “asociaciones de ideas” corrieran por su mente libremente. Se imaginó que en su caótica personalidad se escondía el signo de un caballo ¿él era uno de los miles más, presos de la fuerza de sus contradicciones? No, era uno de los miles presos del tiempo, que lo chupaba como un pequeño agujero negro y que en su cosmos escondía el universo de sí mismo. Una Empusa lo había chupado y ahora no era menos que un zombi, un Niní que empezaba a ser viejo. Aunque se equivocaba, su desesperación del tiempo era la cara de una empusa: su verdadero conflicto consistía en ser dos hombres en uno solo -lo que lo había anulado-el eminentemente Marxista se había enrolado en las filas que atacaban a estos pero que eran radicales; él había sido un niño.