jueves, 12 de diciembre de 2013

Ciclo de conferencias "Poetas en Visión de su Voz" (año 2000). Y Relato "Dánae"

 

 

En 2.000. Realicé un ciclo de conversatorios:

“poetas en visión de su voz”, siendo Consejero del IMCT

y en la Sala de Conferencias de la Biblioteca Pública Gabriel

Turbay. y dejé Cuadernillos con los temas.

 

 

 

 


 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

Relato Dánae

Dánae en vísperas de la celebración de sus quince años, que habían coincidido con la pronta llegada de su primera menstruación, tenía la superstición de creer que quedaría preñada ese mismo día; idea que se la  había reforzado una compañera de clase que tuvo que abandonar el colegio por esa razón.

Esos días estuvo con fuertes dolores de estómago, hasta esa mañana en que abordó el autobús escolar.
La conductora de la buseta escolar que llevaba a las niñas (ahora incluía niños) cada mañana al colegio,  mirando desorbitadamente el reloj,
 había recogido a Dánae.
 El amanecer del viernes se había cubierto de una neblina que ocultaba una bandada de loros. Dánae había amanecido sintiéndose hinchada, un poco incómoda. El furgón arrancó pasando el semáforo que señalaba amarillo, luego siguió por una desviación. Luego la joven pasó al puesto de copiloto que siempre ocupaba, fingiendo alegría y además para evitar las miradas insistentes de algunos chicos que se sentaban en el intermedio. La conductora no la miró siguiendo su  marcha por las vías en caracol.
Ayer antes de acostarse,  permanecía sentada en un sillón hasta que un grito a su madre la alejó; ella había intentado que le hablara ( su padre la observaba desde el fondo de la habitación). 
Días atrás había sentido la hinchazón de sus senos, entonces se dio cuenta que le habían crecido un poco más.
Siempre le había gustado sentir el vértigo de la velocidad mientras miraba como la  conductora  direccionaba el timón a cada curva de la vía. Pero viernes, precisamente viernes esbozaba una lejana sonrisa; sus ojos ausentes, su respiración en su silencio acostumbrado. La ciudad se alejaba a toda velocidad por entre las escarpas erosionadas que eran divididas por la estrecha carretera.
 Avanzaba el mes de mayo sin que las temporadas de lluvia iniciaran. De la radio se escuchaba una canción de Justin Bebier que hacía sonreír a Dánae al recordar al chico de la película “mi pobre angelito”. Trató de poner en práctica sus lecciones de inglés para traducir lo que decía la canción. Parecía ser una oda a la madre del cual el título no tenía nada que ver con el contenido. Luego pensó en su padre, en la ira que desató en ella su madre cuando insinuó que no le daba dinero; no le importaba que  le diera sólo un poco cada vez que le pedía y que se quejara luego que le había dejado los bolsillos limpios. 
Le celebrarían en unos días su cumpleaños; de entrada se escucharía   “quinceañera” de  Thalia; la había escuchado  creyendo en un sentido oculto de la letra. Dudaba si hubiera querido que su padre le pusiera de entrada la canción de  “de niña a mujer”. Acaso esa canción le parecía cursi, más no así a su amiga de pupitre… Reflexionaba en esa frase de la canción: 
“Ahora me enciende como un sol la primavera 
mis sueños se convierten en promesas”
Que ridículo -se decía-  si siempre hemos vivido en el trópico y mi única promesa es ser la primera de la escuela…
¡Odio que celebren mis quince años! –Le decía a su amiga-
Toda mi vida soñé – Le respondió a Dánae-  con un vestido blanco, un Chambelán; mis amigos y por su puesto el Vals... Me falta poco para…Y mis padres al menos me cortaran un pastel…

¿Dánae, tu Chambelán será  Zen?” Le disparó la pregunta a  Dánae mientras estiraba su cabeza hacia el puesto de copiloto. Faltaban pocos minutos para la siete de la mañana.
(Dánae pensaba mucho en su padre y en su madre que no se habían dado cuenta o no habían querido saber que se acercaba… – O ella lo pensaba-  su primera menstruación. Su abuela materna que era la que se ocupaba de Ella parecía no interesarle).
Me son indiferentes los hombres –Le respondió- mientras su amiga miraba atrás buscando la sonrisa cómplice de Zen.
 Bailaría toda la música que se cruzara por sus pies, como su madre; al bailar con su padre  trataría de adivinar en ciertos gestos de él un silencioso reproche. 
Ayer también había  tragado la pastilla que le dio Diana y se acostó temiendo que una repentina llegada de su menstruación mancharía el piso con la sangre que resbalara de sus pies; no sabía cómo estar contenta si al llegar a la fertilidad quedaría esperando un bebé ( Al otro día de haberse convertido en mujer debía verse con Zen); la llegada de su primera menstruación la preñaría. Eso le había pasado a Afroda.  
Diana se sentaba en el puesto de entrada al furgón; no  le había contado a Dánae que  se había hecho mujer antes de cumplir sus quince años ( La sorpresa de Dánae hubiera sido mayúscula). 
Cuando le empezaron unos fuertes dolores de estómago, se paró frente al espejo en su cuarto y vigiló un largo rato.
El embarazo de Afroda no la había asustado tanto… pero Diana no le había dicho que sus padres le celebraron su primera menstruación. La madre  dio la noticia a los allegados, familiares, que la telefoneaban; luego se encerró en su cuarto cuando sus primos la miraban con extrañeza. 
Zen se sentaba al lado del que fue Chambelán de Afroda; algo le murmuró Dánae a Diana, y Diana a su vez volvió nuevamente a mirar a Zen quien le respondió con una leve sonrisa mientras miraba a su amigo.

¿Así que mañana sábado ensayarás el Vals con Zen…?


Cuando Dánae vio a lo lejos una espesa neblina empezó a tomar fotos; captó el momento en que un loro chocaba en el parabrisas del lado de la conductora… Con voz temblorosa decía que dedicaría el día a buscar el regalo en homenaje a la madre, mientras el furgón se perdía a toda velocidad entre la neblina y una fuerte lluvia que se había desatado.