Se nota en el orbe literario, a través de estudios artículos o reseñas, que la preferencia de los escritores en narrar en primera persona (narrador interno), en la inquietante segunda persona, o en la omnisciente tercera persona (el que todo lo sabe), tiene su relación con la Realidad. La ilustración europea ya había destacado “el pensar por cuenta propia” que llevaría al subjetivo postulado “pienso, luego existo”. También se había puesto de relieve (y no nombro a pesados autores de la “ontología” del viejo continente) “el pensar en el lugar del otro” que parece que ganó mucho espacio en el mundo latino escolástico. Este último, podría estar vibrando con el narrador omnisciente, que habla por todos los personajes. No es la impresión que existan gobiernos omniscientes, o gobiernos confesionales. El monólogo interior, o el flujo de la conciencia, es una especie de caravana de ideas, imágenes, sentimientos, sensaciones, pensamientos, y que aprovechó entre otros James Joyce, en Ulises; aparentemente el resultado es caótico, pero tiene líneas de taller definidas como en las urbes de intención estética.
El narrador interno es a la vez personaje protagonista; en la novela Los ruidos de las cosas al caer, el narrador interno es el protagonista y la novela cuenta con el protagonista principal que es el autor. Y el interno también funciona como narrador en tercera persona. En muchos países la “constitución política” es el narrador autor, pero el presidente es el narrador interno, aunque también las castas dominantes funcionarían como narradores omniscientes.