miércoles, 18 de septiembre de 2024

De narradores


 Se nota en el orbe literario, a través de estudios artículos o reseñas, que la preferencia de los escritores en narrar en primera persona (narrador interno), en la inquietante segunda persona, o en la omnisciente tercera persona (el que todo lo sabe), tiene su relación con la Realidad. La ilustración europea ya había destacado “el pensar por cuenta propia” que llevaría al subjetivo postulado “pienso, luego existo”. También se había puesto de relieve (y no nombro a pesados autores de la “ontología” del viejo continente) “el pensar en el lugar del otro” que parece que ganó mucho espacio en el mundo latino escolástico. Este último, podría estar vibrando con el narrador omnisciente, que habla por todos los personajes. No es la impresión que existan gobiernos omniscientes, o gobiernos confesionales. El monólogo interior, o el flujo de la conciencia, es una  especie de caravana de ideas, imágenes, sentimientos, sensaciones, pensamientos, y que aprovechó entre otros James Joyce, en Ulises; aparentemente el resultado es caótico, pero tiene líneas de taller definidas como en las urbes de intención estética. 

 

El narrador interno es a la vez personaje protagonista; en la novela Los ruidos de las cosas al caer, el narrador interno es el protagonista y la novela cuenta con el protagonista principal que es el autor. Y el interno también funciona como narrador en tercera persona. En muchos países la “constitución política” es el narrador autor, pero el presidente es el narrador interno, aunque también las castas dominantes funcionarían como narradores omniscientes.

 

 

 

 

 

viernes, 13 de septiembre de 2024

La reconexión con la Historia

 

La reconexión de la Historia es vital en estos tiempos donde nos sitúan marginados de cualquier identidad histórica. Somos hojas sueltas por obra y gracia del neoliberalismo. Volver a conectarnos como personas situadas en la Historia, es ver hacia dónde vamos y de dónde venimos.

Consciente del poema de Ida Vitale “Cultura del palimpsesto” donde dibuja magistralmente el mundo actual, especialmente el latinoamericano: /… borrar lo que se hizo a la deriva/ con deriva mayor que ignora lo que es/ Velar lo venenoso/ matar lo saludable/ y escribir delirantes historias para náufragos/ Cuidado: no se pierde sin castigo el pasado/

no se pisa en el aire/, me aventuro a preguntar por la memoria colectiva de mi país desde una perspectiva que no se ha tocado: la continuidad de una clase específica desde la colonia española; una clase señorial o aristocrática y su atmósfera política heredada de ellos: la contrarreforma religiosa que trasplantaron al nuevo mundo que ha incidido veladamente en la sociedad hasta la actualidad.
El objetivo también es ponerme en claro conmigo mismo, soy consciente que en política los cultivadores del neoliberalismo, tanto de izquierda como de derecha, no me son afines; como no me son afines los populismos de derecha y de izquierda ( así sea teñidos de Maoísmo, Leninismo o teología (que para el caso son lo mismo con el catolicismo visceral y político de los partidos tradicionales).
Me ha dolido ver los desplazamientos masivos y  las migraciones multitudinarias (de Colombia y Venezuela) como la ola de delincuencia común y organizada que han dejado gobiernos ineptos. “La gran pausa” con la que inicia el gobierno de Eduardo Santos (1938) llenó su gobierno (y al Estado) de ineptos y corruptos para corresponder con esa consigna, cultivando para la Colombia actual una estela de corrupción e ineptitud pues han atacado,  también, y siguen boicoteando lo que hace los cambios: la educación.




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