A
Chivas lo habían seguido sus siete primas que deseaban verlo cantar en la
reunión dónde él servía licor. Debía esperar que el veterano Fabián Corrales se cansara de sus piques y
canciones, y que Iván Zuleta con su acalorado acordeón le dijera :- Oye,
Chivas…¡ Cántate una ahí…!- .Pero ese viernes encontraron a los parranderos más
eufóricos de lo acostumbrado, y gritando a voz en cuello : - ¡Viva el Jardín de la Guajira! ¡Viva nuestra
selección…!
Cuando entró el Chivas de inmediato le entregaron la
botella de Ron que debía servirles…
- ¡ Chivas… Estaaaamos…
Eeesssss… Celeeebraaaando…!- Le dijo el
viejo Zuleta.
Lo habían apodado El Chivas por la marca del
reconocido licor; también hacía juego con una “chiva” que en periodismo es noticia
fresca. En Urumita ( su pueblo del alma, el jardín de la Guajira) tenía el
mismo sentido que en toda la región: la Chiva era femenino de Chivo; una cabra
que era el ingrediente de la gastronomía e idiosincrasia de indígenas Wayuu y blancos emigrados a las
costas de la Sierra del Perijá y la Sierra Nevada de Santa Martha… (Llegar a la
Guajira da la repentina sensación de encontrar las playas de Senegal o Mauritania
–Había dicho alguna vez el padre del Chivas- ). Los parranderos, de por sí, no
bebían siempre ese licor; sobre todo el
preferido en la costa atlántica era el Ron (a pesar del abundante
contrabando del otro por las fronteras de Venezuela). El apodo Chivas
obedecía a la irónica costumbre de los eufemismos, de las figuras retóricas que
nombraban una cosa por el todo; por ejemplo la marca del producto por todos los
productos de esa clase. Costumbre que había
empezado en la publicidad televisa del país y lo había puesto de moda Fruko y
sus tesos. Chivas
le hizo una señal a sus primas que se fueran, lo que ellas hicieron entre risas
y burlas. En
esa semana había cumplido años y él había cantado en el colegio entre lágrimas.
Chivas había nacido en plena celebración del día de la madre. Su abuela materna
lo adoraba, pero su madre no estaba con él; lloró en su cumpleaños por su
ausencia ( Ella trabajaba en el “refrigerador”, como le decían a la capital del
país por su frio intenso). Después se había montado en su destartalada
bicicleta y había corrido hacia el desierto, hacia las afueras del pueblo. Allí
fue donde por primera vez se le apareció el fantasma de la pobreza que él
trataría siempre de esquivar, menos hablar de él. Trató de pensar que lo había
originado en su vida; de pronto recordó el dolor de su madre aquella mañana
cuando transportaba la cantimplora de agua hacia la habitación; se le había
roto la fuente de su tercer embarazo, de ese ser que ya no estaría en el mundo.
Vio a su alrededor mientras su madre se quejaba, vio todas las pertenencias de
la familia acumuladas en la habitación, luego memorizó a su madre subiendo a un
taxi mientras él se ocupaba de su hermano menor. No supo en qué momento el
fantasma de la muerte se mimetizaba en el de la pobreza. Pero detrás de esos
dos estaba su vida, los continuos asedios
que le recriminaban su ansiedad de cantar y piquear.
Las calurosas puertas de sus quince años se habrían de repente bajo los Piques y las Puyas del Vallenato. Temprano en la mañana, su abuela lo había despertado para pasarlo inmediatamente a la mesa donde le tenía un suculento desayuno con carne molida y humeantes arepas de maíz. Los parranderos estaban celebrando el escandaloso triunfo de la selección de futbol contra la selección de Argentina en su propia cancha; triunfo que llegó a los cinco goles; triunfo que llenó al país de euforia y de fanatismo. Chivas servía el Ron entre risas y gritos hasta que Iván la emprendió con su acordeón, y los piques de Fabián se concentraban en el orgullo de la selección y la humillación del rival. Por fin, el país emprendía un viaje a un mundial de futbol y contaban con el Tino, con Escobar, con la araña Higuita, con el Pibe conducidos por el glorioso Maturana. Pero de repente el viejo Zuleta dijo:
- Chivas, supimos que le habías compuesto una canción a tu profesora, cansado de que ella te reprendiera por tus “piques” con otros chicos… ¡Cántala ahí, Chivas!-
Las calurosas puertas de sus quince años se habrían de repente bajo los Piques y las Puyas del Vallenato. Temprano en la mañana, su abuela lo había despertado para pasarlo inmediatamente a la mesa donde le tenía un suculento desayuno con carne molida y humeantes arepas de maíz. Los parranderos estaban celebrando el escandaloso triunfo de la selección de futbol contra la selección de Argentina en su propia cancha; triunfo que llegó a los cinco goles; triunfo que llenó al país de euforia y de fanatismo. Chivas servía el Ron entre risas y gritos hasta que Iván la emprendió con su acordeón, y los piques de Fabián se concentraban en el orgullo de la selección y la humillación del rival. Por fin, el país emprendía un viaje a un mundial de futbol y contaban con el Tino, con Escobar, con la araña Higuita, con el Pibe conducidos por el glorioso Maturana. Pero de repente el viejo Zuleta dijo:
- Chivas, supimos que le habías compuesto una canción a tu profesora, cansado de que ella te reprendiera por tus “piques” con otros chicos… ¡Cántala ahí, Chivas!-
Si… La canción dice:
“!profe… que pasó…!
¡No he hecho nada…
¡¡simplemente estoy contento…!
¡Simplemente estoy cantando!
¡Simplemente estoy enamorado!
A lo que la profesora respondió -Te la perdono, pero
te digo algo :
nunca te casarás con una Gringa, pues eres buenísimo sólo para las matemáticas- Respuesta que originó el apabullar de sus siete primas y la rápida salida de Pieri del salón de clases, la muchacha que él amaba, la muchacha que siempre había amado desde que la vio por primera vez cuando cursaban el primer año.
nunca te casarás con una Gringa, pues eres buenísimo sólo para las matemáticas- Respuesta que originó el apabullar de sus siete primas y la rápida salida de Pieri del salón de clases, la muchacha que él amaba, la muchacha que siempre había amado desde que la vio por primera vez cuando cursaban el primer año.
El Chivas
no había narrado entre los parranderos
la otra cara de la verdad; la docente había sentenciado a su alumno a ser un
frustrado en el canto de los aires vallenatos. Esa noche hablando con Pieri en las
sillas mecedoras de su casa, le juró que el mayor triunfo que iría a obtener en
su vida sería el día que Urumita entera lo escuchara cantar y dijeran es el
cantor… “el cantor del jardín de la Guajira”.
-Tan solo quiero ser profeta en mi tierra y que mi
música se pueda escuchar en cada rincón de La Urumita, que llevo en mi corazón.
Eso será más que suficiente para mí”- Le dijo llorando a Pieri.
Se le resbalaron unas lágrimas a Pieri que enternecida
lo había abrazado. No
le había dicho lo que pensaba, ni tampoco que Chechi, Lorenzo y Caco,
conociendo los sentimientos del Chivas por Ella, se habían burlado
abundantemente. Pieri lo miraba mientras le
preguntaba:- ¿Verdad quieres a una Gringa?-…
Por toda respuesta el Chivas le narró lo que tuvo que hacer para impresionarla. La tarde aquella que presumiendo con Caco subieron al más alto árbol que encontraron, luego Caco tratando de cruzar una rama había resbalado; en ese hecho, todavía el fantasma de la muerte no se le había aparecido.
Por toda respuesta el Chivas le narró lo que tuvo que hacer para impresionarla. La tarde aquella que presumiendo con Caco subieron al más alto árbol que encontraron, luego Caco tratando de cruzar una rama había resbalado; en ese hecho, todavía el fantasma de la muerte no se le había aparecido.
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