En el texto La crítica a la Aristocracia Bogotana en Gabriel García Márquez y R.H. Moreno Durán (1990), Rafael Gutiérrez Girardot se refiere a descifrar el carácter de simulacro que ha mantenido esa clase social enclavada entre los estratos altos, que había desarrollado para su autoconservación una mentalidad dominante de raigambre señorial, también desde el manejo histórico de los dos partidos tradicionales que llevaban no la sustancia del conservatismo y el liberalismo tal como lo sistematizó occidente, sino los elementos de la cosmovisión religiosa contrarreformista que trajeron los españoles a su llegada al continente, y que éstos heredarán por derecho de descendencia. Gutierrez Girardot refiere que para deshilvanar la impostura, es imposible recurrir a categorías sociológicas como la de Ervin Goffman desde su libro más importante: La presentación de la persona en la vida cotidiana, o al menos las categorías que fundó Harold Garfinkel; teorías que analizan la vida cotidiana pero desde una sociedad o civilidad democrática, y con el “teatro” que hacen las personas en este tipo de ambientes. Pero en las sociedades que han dominado esa mentalidad señorial, el teatro de la vida cotidiana lo han convertido en “estafa opresora”. A falta de categorías, el autor debe recurrir a la literatura, a la novela, para llenar este vacío. La impostura que han creado tiene la consecuencia de una creciente “anomia” ciudadana que no tiene en cuenta la ética de la responsabilidad; frase que suena monumental en estos ambientes, quedando la simple y homogénea sensación de un maniqueísmo ramplón en los juicios de este teatro deformado, que asegura eufemísticamente estar bajo el influjo de las más duradera democracia de américa latina. El “eufemismo” ha sido otro de los mecanismos de dominio y engaño.
En el trato diario o cotidiano con los demás, el mecanismo de proyección (lo que se siente o piensa ante el otro) queda deformado por una cultura de cantina y futbolera, que llama cultura al deporte y al entretenimiento de farándula. Esta clase señorial se ha identificado con la farándula y la llamada “cultura de cantina”, la cultura literaria es minoritaria en la ciudadanía; la alta estratificación social que incluye el estrato desde 0,1,2,.3,4,5 es absurda, y en esa medida crean patrones estatales en educación. La ciudadanía, el campesinado y los demás grupos étnicos no se reconocen entre sí; la convivencia tiene su mentalidad en esta clasificación y las proyecciones en el trato se limitan a juzgar de qué estrato es tal persona, y se llega hasta el suceso de bromear de una persona de que es estrato 10, para significar que es pretenciosa o vive de apariencias, pues huele a perfume. Se juzga por la apariencia: por muchos años se creyó que el carismático Uribe era un pobre montañero por su acento humilde, chambón y gritón, siendo uno de los más poderosos hacendados del país. El que se salga de la chambonada dicen que vive de apariencias, palabreja que la patentaron en la confusa canción en ritmo salsa titulada las “apariencias”, que tiene un sentido sólo utilitario, de clase: la estratificación es una estratificación económica. El que se le nota que es leído, es un aparentador, el que ha superado un poco la desidia es un aparentador, el que es responsable es un aparentador. Y usan para decírtelo a veces, un extraño mecanismo de sublimación que te retrata en tercera persona; entran a tu conciencia y te la vuelcan. Esta conciencia deformada por una economía tradicional y señorial se ha entronizado en una terrible delincuencia organizada. La anomia sigue siendo tan poderosa, que si pusieran al 70%, por lo menos, de gente del paìs, a presentar una examen de conducción en Italia de los 2008, que en ese año yo lo presenté, estoy seguro que no lo pasarían, pues en lo que menos piensa un conductor de este orbe, es el peatón.
Goffman
El yo es una sensación de quién es,
Una metáfora teatral al definir el método en el que un ser humano se presenta a otro basado en valores, normas y creencias culturales.
Un efecto dramático que surge de la escena inmediata que se representa.
El enfoque dramatúrgico no examina la causa del comportamiento humano sino que analiza el contexto.
Lo importante es el sentido que él [una persona o un actor] les proporciona [a los demás o al público] a través de su trato con ellos sobre qué tipo de persona es detrás del rol que está representando"(p.298).
donde la identidad del individuo se realiza a través de roles y el consenso entre el actor y el público.
La dramaturgia enfatiza la expresividad como el componente principal de las interacciones. Se denomina como la "visión de doble cara de la interacción humana"
José Cura en Otello. 2013, ejemplo de idealización
La teoría dramatúrgica sugiere que la identidad de una persona no es una entidad psicológica estable e independiente, sino que se rehace constantemente a medida que la persona interactúa con los demás.
En un modelo dramatúrgico, la interacción social se analiza en términos de cómo las personas viven sus vidas como actores actuando en un escenario. Este análisis ofrece una mirada a los conceptos de estado y rol. Un estado es como una parte en una obra de teatro, y un papel sirve como guion, proporcionando diálogo y acción para los personajes. Al igual que en el escenario, las personas en su vida cotidiana manejan la configuración, la ropa, las palabras y las acciones no verbales para dar una impresión particular a los demás. Goffman describió la "interpretación" de cada individuo como la presentación de uno mismo, los esfuerzos de una persona para crear impresiones específicas en las mentes de los demás.6 Este proceso a veces se denomina "gestión de impresiones".
Goffman hace una distinción importante entre el comportamiento de "etapa frontal" y "etapa posterior". Como el término / concepto implica, las acciones de "etapa de entrada" son visibles para el público y son parte de la interpretación. Las personas participan en conductas de "back stage" cuando no hay público presente. Por ejemplo, es probable que un camarero en un restaurante actúe de una manera frente a los clientes, pero que sea mucho más informal en la cocina. Es probable que haga cosas en la cocina que puedan parecer indecorosas frente a los clientes.7
Antes de una interacción con otro, un individuo prepara un rol, o impresión, que quiere hacer al otro. Estos roles están sujetos a lo que en el teatro se denomina "carácter de ruptura". Pueden ocurrir intrusiones inoportunas, en las que una actuación entre bastidores es interrumpida por alguien que no debe verla. Además, hay ejemplos de cómo el público para cualquier actuación personal juega un papel en la determinación del rumbo que toma: cómo ignoramos muchos fallos interpretativos, como si alguien se tropieza o escupe mientras habla.
La creencia por parte del que está actuando es importante, incluso si no puede ser juzgado por otros. La audiencia solo puede tratar de adivinar si el intérprete es sincero o cínico.
El frente o "la máscara" es una técnica estandarizada, generalizable y transferible para que el ejecutante controle la manera en que el público lo percibe.
Por otra parte, el público no tiene acceso a la verdad, por
eso se atiene a la apariencia, y para ello es importante el control de las impresiones por
parte de los actuantes.
De ahí que Goffman afirme que el actuante está particularmente
atento a los aspectos habitualmente menos controlables de su conducta, en particular a
sus dimensiones no verbales, procurando mantener distancia respecto de su público con
el fin de que éste no pueda controlar lo que ocurre.
Para el autor, el self –sí mismo- no es una posesión del actor, sino que más bien es el
producto de la interacción dramática entre el actor y la audiencia –es, por tanto,
construcción social-, motivo por el cual puede ser destruido durante la representación.
Según Goffman, en circunstancias normales a los actores se les asigna un self firme y
estable que, en la mayoría de los casos, permite que las interacciones triunfen, sean
eficaces.
el ritual es parte constitutiva de la vida diaria del ser humano, por
lo que se puede decir que la urdimbre de la vida cotidiana está conformada por
ritualizaciones que ordenan nuestros actos y gestos corporales.
En este sentido, los
rituales aparecen como cultura encarnada, interiorizada, hecha cuerpo, cuya expresión
es el dominio del gesto, de la manifestación de las emociones y la capacidad para
presentar actuaciones convincentes ante los otros con quienes interactuamos.
Las
personas muestran sus posiciones en la escala del prestigio y el poder a través de una
máscara expresiva, una ‘cara social’ que le ha sido prestada y atribuida por la sociedad,
y que le será retirada si no se conduce del modo que resulte digno de ella; las personas
interesadas en mantener la cara deben de cuidar que se conserve un cierto orden
expresivo (Goffman, 1956).
La realización dramática es una descripción de los aspectos del artista intérprete o ejecutante que desea que la audiencia sepa. Cuando el artista intérprete o ejecutante quiere hacer hincapié en algo, él / ella continuará la realización dramática.
Idealización. Una presentación a menudo presenta una visión idealizada de la situación para evitar confusión (tergiversación) y fortalecer otros elementos (frentes, realización dramática). Las audiencias a menudo tienen una "idea" de cómo debería ser una situación determinada (actuación) y los intérpretes intentarán llevar a cabo la interpretación de acuerdo con esa idea.
El mantenimiento del control expresivo se refiere a la necesidad de mantenerse 'en
El mantenimiento del control expresivo se refiere a la necesidad de mantenerse 'en carácter'. La interpretación tiene que asegurarse de que envía las señales correctas y silencia la compulsión ocasional para transmitir conductas engañosas que podrían perjudicar la actuación.
La tergiversación se refiere al peligro de transmitir un mensaje equivocado. La audiencia tiende a pensar en una actuación como genuina o falsa, y los artistas en general desean evitar que una audiencia no los crea (ya sea genuinos o no).
La mistificación se refiere a la ocultación de cierta información de la audiencia, ya sea para aumentar el interés de la audiencia en el actor o para evitar divulgar información que podría ser perjudicial para el artista intérprete o ejecutante.
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