sábado, 17 de septiembre de 2011

El Escritor Noctámbulo

Estimados operarios

La madrugada y el fin de diciembre me rasgaban suavemente el corazón. Estaba sobrio, expectante. Observaba al chico que tenía un hambre terrible y la manifestaba. El hotel se veía desde la distancia como un restaurante chino en un sector popular ¡Comer era la cuestión! El hambre del chico me conmovió mucho. Salí a la calle a observar: una mujer semidesnuda se ocultó tras un poste de alumbrado y luego entró en la antepuerta de uno de esos hospedajes de mala muerte, después un tipo mal encarado se lanzó a la boca del poste donde había entrado la mujer. Muchos indigentes aparecieron de la nada por esa misma calle que alcanzaba a tener un poco de la luz que irradiaba de una avenida principal metros arriba: se disponían a buscar ansiosos en los andenes no sé qué cosas. De una -Me dice Carlos- camina y busca unos ayacos. Una caña de un retardado volador, caía inofensivamente sobre un tejado. En la desierta manzana de la plaza de mercados, revoloteaban algunos buitres. El Padre del chico, viejo en su oficio de portero, observaba quizá con una tranquilidad estudiada, el hambre del hijo. Me desesperé un poco: no tengo la culpa de ser cobarde, la literatura es basura, hace a los hombres cobardes y provincianos; lo único que tengo que hacer es cruzar la calle frente a la plaza de mercado, pasar por la vereda donde están los indigentes e ir a buscar el bollo. Hay un montículo de basura por allí, he visto que salen ratones y vuelan como colibríes. Un ratón blanco se posó sobre un mugriento poste, reclamándome el diente del niño: no ha mudado de dientes -le dije- En la esquina, en una caseta, unas personas bebían cerveza. El aturdimiento de la pólvora se había aturdido y daba paso a un pequeño cielo despejado. Tomo cerveza, brindo por la vida y por el primero de enero que me descubre aun en la mierda. El ratón se posó sobre mi hombro, tarareo una canción conocida para darme valor y la señora me dice -Cuídate hijo- Después , salí con los bollos. A la mujer del poste, aun el hombre la tenía crucificada en un pasional abrazo erótico, mientras al otro lado el cuchillo de un indigente resplandecía por el día.

12-2000

EL MACHO

Le habían dado la dirección de una nueva sala, entrando vio las chicas sentadas juntas en un largo mueble, una de las chicas le habló al oído a la Matrona. Lo hicieron sentar frente a ellas y le ofrecieron una cerveza, comenzó a beber a sorbos cortos y a mirarlas detenidamente, sin prisa, con sus ojos rasgados y su sonrisa apagada. No le parecía que esas muchachas estuvieran para ponerse un uniforme colegial como su amigo le había dicho. Mas sin embrago algo lo detuvo y le habló al oído a la Matrona; le señaló con cual chica quería estar, mientras pensaba que ella la elegida le parecía conocida. Ensayó poner la mano en el muslo despejado al cruzar las piernas. Ella se sintió un poco avergonzada, pero sin razón pensó él pues ese era su oficio y ahora que lo pensaba no se sabía si estaba acostumbrada, pues supuestamente esas jóvenes estarían estrenándose en esos menesteres. Se consoló pensando que así se sentiría la primera vez que un cliente le ayudó a quitarse el brasier. De todas maneras eso era voluntario del cliente. El macho se estremeció ante la piel de leche que tenía ante sí. Acostado boca abajo en la camilla, recordó la de ojos verdes, que por su ingenuidad lo hizo temblar mientras untaba la crema en sus espaldas. Vio a la chica concentrada en los movimientos de las manos por sus garrudos brazos. En los lisos muros unos amantes abstractos se retorcían. Se estremeció al pensar que antes de llegar a la sala, por la calle se encontró con una de sus alumnas del colegio que lo saludó efusivamente, que tal que lo vieran en estas-pensó- arruinaría su vida. Era conocido como un reparador electrónico en todas las salas de masajes que habían en la ciudad y lo conocían con el apodo del macho, pues cierta vez había gritado que él no tenía ni un pelo del otro equipo, hasta le daban crédito y a veces daba pagares falsos. Su afán de asedio en las salas era conseguir siempre la más joven recién llegada. Salió bruscamente de sus pensamientos y un estremecimiento recorrió su cuerpo cuando la chica le dice “profesor”, sin quererlo tuvo una gran erección. Ella Le dice que tranquilo y le muestra un vibrador que tenía guardado. El profesor queda paralizado. Ella intuía su suave consentimiento al resbalarle el vibrador sobre sus espaldas. el sentimiento de su machismo se apoderó de su alma al sentir la mazorca deslizándose hasta sus viriles glúteos. La chica quería que los hombres supieran como era ser penetrada. Ella misma quería ser un hombre. El macho sintió cierto estremecimiento.

11-03-1996


El Escritor Noctámbulo

Cuando Lorenzo supo que Octavo Paz había ganado el premio Nobel merced a su genialidad burocrática, decidió decididamente anular todo vestigio de burocracia de su vida de escritor: nada de vender libros y menos de promocionar su propia literatura ¡Qué es eso¡ valga la burla. Que un escritor tenga que seducir a la gente para que lo lean, el que debe seducir es el texto mismo –reflexionaba perentoriamente- así que abandonó sus escritos al maravilloso escenario del publico invisible, del tiempo avaro y dejaría que la fama ( que se volvió una vieja hippie según él ) hiciera lo que se le diera la gana; sus provincianos amigos escritores que pensaban también que la literatura era “presencia” podían seguir engañándose. De todas maneras Octavio Paz era un mediocre que había sido famoso, con el olvido rondándolo como polillas y se confesó a si mismo lo que en conciencia era cierto: él sería un mediocre oscuro, pero al diablo, tendría a los grandes genios de letras a su alcance: leería un treinta y uno de diciembre a media noche el más famoso poema de Goethe, leería en sus amaneceres más trasnochados a la Eneida, a Baudelaire y a Vallejo. En conclusión, para un escritor como él que había lanzado al caño la burocracia, el mercantilismo del libro, la literatura de mercado y la irracionalidad de las musas, nada mejor que internet, que me lean todos los que quieran. Así pasaban los años y publicaba su artículos, relatos y poemas sin sondeos de visitas a sus páginas y a otras páginas que manipulaban lo sondeos de visitas y atraían lectores mediante la práctica de la ciencia de la publicidad. Me importa un rábano -decía- De ahora en adelante -y no se confesaba que era una especie de retaliación- escribiré para causarle una honda impresión al lector -si es que existe un lector- así nunca sepan quién soy, ni quien seré “yo” . No quería romper con el “yo” pese a todo y pasar a las filas de los liberados del ego que solo querían o vislumbraban la trinidad griega: la belleza, la ciencia y la virtud”. Si, sus textos tenían un nombre de autor. Una mañana que se despertó a mirar su página, observó que uno de sus relatos publicados un tiempo atrás, tenía un comentario: del otro lado del océano alguien lo había leído y ponía un buen comentario de un relato: original y me gusta este relato, decía el comentario. Así pasó casi un año reflexionando ese comentario y llegó a la conclusión que es mejor un comentario sincero que mil visitadores hipócritas. El tiro que le pegaría al lector que cayera en la trampa de sus textos, sería el de manipular su conciencia, el de hacerlo cuestionar sin que se diera cuenta, el de conducirlo como a un caballo al potrero de sus especulaciones y sobre todo en sus artículos que los escribía para el presente. Pero había días en que lloraba como alguien que había perdido un hijo, tanto tiempo perdido, recordaba las palabras de su abuela que decía siempre, no a él a Lorenzo, sino al aire para que todos lo escucharan, pero en el fondo sabía que esa sentencia iba dirigida a él “que el tiempo es oro y los santos lo lloran” palabras que para él sintetizaban el utilitarismo anglosajón y la moral de una época que persistía en mantenerse a través del tiempo y que cuando su abuela las decía a él no le decían absolutamente nada, pero mucho tiempo después comprendió lo que le decía su madre y se dijo que era tarde, estaba poseído por el demonio de la literatura y así algún santo tendría motivo para llorarle. Vomitaba esos pensamientos y recordaba que no había leído a Proust, que no buscaría por ningún motivo ningún tiempo perdido, mientras imaginaba a los escritores que la “gloria” les había regalado alegría, pero a pesar de todo él estaba contento, él era seductor, o mejor, sus textos eran seductores, amen y seguiría pensando que el terrible utilitarismo anglosajón posesionado en el mundo era lo más unilateral del mundo.


El Hijo de Ruth

Ricardo era el tipo de hombre que nunca había convivido con una mujer y que quizá nunca conviviría con una mujer. Ante sus dos amigos exponía reflexiones lucidas y mostraba su agrado por las mujeres jóvenes, como queriendo entrar en la conciencia de uno de sus amigos por sus gustos por las mujeres maduras. Sus ojos eran rasgados, como los de un oriental, sino resultado de una cirugía que había rellenado su cara para hacerlo ver más jovial, lo que le había producido que las secuelas de su acné de adolescente se notaran más, como si hubiera sido intervenido después de una quemadura . Su amigo le parecía que esa descripción exageraba, pero si se podía ver como un Maicol Jackson, a no ser por sus complejos debido también a su estatura. Sus dos amigos lo seguían fielmente en sus andanzas reflexivas, sino fuera también porque uno de ellos cayó en cuenta que sus disimuladas críticas hàcia lo que él hacia, lo estaban cohibiendo más de la cuenta. No moleste tanto, le decía a su otro amigo, me tiene ya traumatizado y sobre todo en cuestión de mujeres. Si se decía que era atractivo en comparación a Ricardo, porque no podía tener una chica hermosa. Al tercer amigo le parecía que este no era comportamiento de tipos de 34 años, pero los toleraba porque sus amigos les representaba un status que él no tenía, a pesar de que se consideraba más inteligente que los dos, pero a pesar de que la madre de Ricardo lo consideraba a él un borracho y mala influencia para Ricardo, a pesar de eso lo invitaban a compartir la Cena en la casa de ellos, cosa que él por falta de carácter se negaba a rechazar y lo que le valió en una ocasión que una novia que tenia lo sacara de la casa por no cumplirle una cita. Pero ninguno de los dos se atrevía a criticar a Ricardo frente a él Los dos amigos hablaban de él a sus espaldas y al otro día ya estaban reunidos.

02-01-2011


El Roto del Humo
Era la una de la mañana, pasaron por el bar Los Perros y estaba también lleno de prostitutas bailando cumbias vallenatos. Prostitutas de bajo precio pero la mayoría de ellas muy jóvenes. La pequeña minifalda que usaban y el contoneo ordinario de las caderas los hacían ver desde fuera en un frenético movimiento de los genitales. Pasaron por el Bar Carrusel donde también estaba lleno. Las prostitutas que allí habían eran más cotizadas. En ese bar no entraban sino tipos que tenían bastantes billetes. Pero ni por que así fuera, ese era un barrio que era un hervidero de delincuentes, gentes de mala vida e informales, era un zona roja, una zona de tolerancia de mala muerte . Era casi medio barrio lleno de Bares, casas de lenocinio y fumaderos de drogas. Lorenzo, le decía el amigo –Usted fue muy grosero en su primera comunión, no dejaba de maldecir- Pasaron por el bar Casa de las Muñecas y a Lorenzo le llamó mucho la atención una muchacha que estaba sentada y dejaba ver sus piernas color canela hasta sus genitales. Rodrigo-dijo- es muy bonita esa mujer que está allá sentada sola. Bueno que le vamos a hacer, no tenemos billetes. A pesar de todo, Lorenzo era muy tímido y no se atrevía a entrar al Bar para hablarle si quiera. No seamos hijueputas nos jodimos. Rodrigo quería fumar marihuana. Lorenzo había perdido su año escolar y estaba asustado ante el autoritarismo de su madre. Si marica, usted tranquilo porque no estudia. Entonces vamos a buscar marihuana, dijo Rodrigo. Pasaron por el bar El Roto del Humo, Lorenzo no sabía por qué había recordado la pregunta con la que perdió su año escolar: ¿Quién entraba por Richard Nixon, a la Presidencia? Pero si yo no soy gringo , a duras penas me gusta ver bailar a Travolta, se decía. Además no fumo marihuana y éste marica quiere empezar a fumar marihuana. Se acercaron al Roto del Humo y Lorenzo quedó maravillado, estaba lleno a reventar y todos estaban bailando una versión Vallenato de la canción Alicia la Flaca en un frenetismo de movimiento de caderas ; se acercaron un poco más, era un bar de prostitutas homosexuales. En la claridad que les daba las luces giratorias en la pista de baile, pudo observar las caras de éxtasis de los homosexuales. Vamos a buscar Marihuana, dijo. Rodrigo se internó entre unas casuchas miserables a las que se llegaba descendiendo por unas escaleras. Yo lo espero aquí, en una esquina despejada por la neblina del amanecer. Pasaron unos minutos, cuando vio a Rodrigo apretándose con una mano el ombligo. Primo, le dijo con cariño, me metieron la punta de un cuchillo en el ombligo. Rodrigo era un jovenzuelo que vivía hacia poco tiempo en la calle, su familia vivía en la indigencia. Lorenzo comenzó a pensar en su primera comunión, si, se veía elegante en la iglesia, había blasfemado varias veces por que accedía fácilmente a la cólera frente a su familia; su abuela que lo llevaba de la mano, lo sintió inquieto y lo aferro mas fuerte cuando el cura paso dando bendiciones
23-12-2010

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