viernes, 25 de diciembre de 2020

La sonrisa delatora (Pastiche del corazón delator de Poe)


Ejercicio de escritura para el taller de Dramaturgia de Elver Sotomonte (EMA. BUCARAMANGA Nov. 5. 2020)





Tu rostro es un eco de sonrisas
El espejo despertó a tu risa
Esa se vio en las risotada



Persona (Al público. Parado sobre una  silla. Ensayando sonrisas; luego con gesto de nostalgia hipócrita).

Les confieso que yo conocí, sino de cerca, a la persona que les referiré a continuación, y me otorgué el derecho de aprenderme de memoria, aunque es escasa en mi, el comunicado que llegó a mis ojos, sino bien a mi sonrisa, y que lo envió como testimonio de su desaparición…
A la vez también, quisiera, actuarlo, dejando expresa mi ridiculez, porque se bien que si encarno a esa persona, por más protagonismo que tenga y haga pensar que ese soy yo, la hipocresía será expresa (baja de la silla y se concentra para actuar):
«Cuando leas este comunicado, sabrás que  ya no sonrío. Tú sabías que yo sonreía; que tenía  una viva sonrisa; es más, que sonreía siempre. Tú  conocías mi carácter alegre;  sabías que de una sonrisa podía pasar a la risa y llegar con pocos inconvenientes a una auténtica  risotada y mostrar la amplitud de mis dientes (Da una risotada y muestra los dientes).
Ahora  imaginarás que soy uno que no sonríe, y querrás conocer los detalles del porqué; sin preámbulos, mis antiguas ilusiones las deformó un espejo; si,  un espejo… Y su cruel reflejo. Primero temblaban mis labios y vino el día en que desaparecí…
Todo empezó con una  persona que llevaba el extraño rito de deformar su sonrisa al contemplarse por horas enteras en su espejo de bolsillo, aun en mi presencia.

Yo, a esa persona la estimaba en demasía, la química entre los dos había sido como pocas veces en mi vida. Pero cuando mostró el cobre, o descubrí su hábito algo en mí cambió. Cuando no estaba con el espejo, podía yo sonreír aun la tarde entera, pero apenas llevaba la mano a su bolsillo mi sonrisa empezaba a deformarse también con la de esa, y el esfuerzo de mi boca se veía…
Y es ahí donde está la clave de estas letras teñidas de sonrisas;  sonrisas  también de millones de personas que a diario  consultan su imagen como testimonio que mi vida cambió  con haber conocido a esa persona y su nefasto espejo.

Podré sonreír Borgeano, o perturbado por el Corazón delator de Poe,  que a este tiempo sigue sonando original e igual de espantoso a pesar del siglo o más de terrores peores desde que se dio a luz ese relato. Pero observen que no es que quiera que la palabra reflejo y luz salga a mi encuentro como dicen, hasta en la sopa…
Así que fui a la estación de policía a exigir que retiraran del pasillo de entrada un enorme espejo que tenía la forma de bolsillo que tanto odiaba. Pero te miento, lo dije la vez que me llevaron detenido acusado de la desaparición del espejo de esa persona, que llevaba a cabo ese  rito ordinario de reflejar su sonrisa y ver como se deformaba minuciosamente; por horas enteras, observar, o mejor contemplar, o mejor extasiarse, o mejor gozar con la minuciosa deformación de su sonrisa. No lo pude soportar, me dio rabia; mi sonrisa por primera vez se desfiguraba y mis caninos se insinuaban. Si, fue por eso que a menudo  mis labios se apretaban. Fue también por mi carácter sociable que me llevó a conocer a esa persona de sonrisa esperpéntica;  la que frecuenté  por un tiempo hasta que conocí su fatal hábito y  querer, primero como un rayo,  ocultar para siempre ese arquetipo de la imagen de esa persona. Así fue como le pedía noche tras noche hospedarme en su casa y fingir que mi boca se estiraba naturalmente, pero esperaba pacientemente la hora de dormir para espiar el natural hábito con la que esa persona pasaba noches enteras hasta que a mi se me cerraban los ojos y en  mis labios agonizaba mi sonrisa ¿Debía dejar que en mi cuerpo muriera esa alegría espontánea que me había regalado la naturaleza?
Era tanta mi obsesión que ingerí pastillas para no dormir y observar el momento exacto en que el sueño la vencía y yo podría romper ese espejo con mis propias manos. Al fin se me dio una madrugada desaparecer ese espejo y gozar como al principio con esa persona… Pero una noche de nuevo sacó un espejo y ahí empezó todo de nuevo, aunque esta vez  desaparecí yo; la policía la investigó y esa, instigada o acosada por las preguntas sacó el espejo y les mostró una mancha que parecía una sonrisa…
Si aún estás leyendo sabrás que estoy ausente, que mi sonrisa se deformó para siempre en el espejo de esa persona». (Sube a la silla de nuevo, cabizbajo se muestra alegre, ensaya sonrisas, pero de inmediato se torna melancólico. Se dirige al público):

¡No sabe uno que pensar de todo esto…!
(Baja de la silla. Se cerciora que está solo y nadie ve o escucha nada. Saca un espejo de bolsillo y se dispone a mirarse con un gesto concentrado e inicia a sonreír esperpéntico.)


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